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La victoria del FREPAP, el brazo político de la Asociación Evangélica Misionera Israelita del Nuevo Pacto Universal, fue una sorpresa. No por llegar al Congreso, sino por la magnitud del apoyo recibido. ¿Fue producto de una gran estrategia de marketing electoral? Nada que ver. Ella se debió al hartazgo de los votantes a los políticos y partidos tradicionales.
Primera enseñanza: sentimiento colectivo mata redes sociales. Muchos, muchísimos, no tomaron en cuenta el estado emocional del electorado; solo buscaron “conectarse”, pero no escucharon lo que los votantes les decían. Las redes se llenaron de mensajes vacíos, de videos con diversos niveles de calidad. No obstante, el FREPAP, con una casi nula presencia en la web, capitalizó el voto rechazo. Los “estrategas digitales” se olvidaron de algo fundamental: quienes votan son las personas y las personas votan luego de tomar su propio coctel de razón y emoción... y cada quien le pone mayor cantidad de lo que le parezca. Segunda enseñanza: la campaña no la haces solo tú, otros la hacen sin saberlo. En este caso, la campaña del FREPAP no fue ruidosa ni evidente para el electorado (¿alguien recibió sus mensajes, revisó sus propuestas?), y aunque suene contradictorio eso jugó a su favor. La población sabía por quién no votar y solo necesitaba algo para voltear a mirar hacia algún partido.