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En el taller Construyendo País se vio a un presidente amable, cálido y que hizo gala de su antioqueñidad heredada de su padre, quien fuera gobernador de Antioquia. Su intervención fue bastante larga y pesada (40 minutos) que versó sobre lugares comunes a los que antes ya se había referido en la inauguración del Túnel al Oriente. Hizo saludables promesas entre las que se destacan la financiación del Tranvía de la 80 y el cable al Picacho y otras más; sin embargo, uno hubiese querido escuchar más interlocución de su equipo de gobierno con la ciudadanía. Haber escuchado al alcalde 45 minutos durante los cuales presentó, casi al término de su gestión una especie de balance de cuentas, resultó un poco pesado, pues no se trataba de eso.
Era la gran oportunidad para plantearle al país desde Antioquia los grandes temas nacionales, los grandes proyectos que catapultarían el crecimiento económico y social del departamento y del país. Plantear, por ejemplo, la construcción de puertos de aguas profundas en el Pacífico que, conectado por una vía férrea a otro gran puerto en Urabá, serviría de puente entre los dos océanos. El país tiene que sacudirse, pensar en grande y no continuar reciclando temas distractores frente a las amenazas de delincuentes armados que quieren desestabilizarlo y contra los que hay un solo camino: invocar la legitimidad del Estado.