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El nuevo alcalde de Medellín inició mal con las universidades públicas y en su primera intervención en la Universidad de Antioquia se estrelló con lo que significa enfrentar un actor violento que se camufla dentro de una comunidad. La guerra no es una película.
Las acciones policiales al interior del campus, lo ha explicado el rector John Jairo Arboleda, son complejas porque las minorías violentas se confunden entre la mayoría de los estudiantes, y la policía aturdida y aterrorizada ante los gritos de los estudiantes indignados, no le queda más que atacar sin distinción produciendo más tragedias violentas.
Las universidades públicas en su dimensión política son instituciones complicadas que han estado sometidas a los imperativos de la violencia de los capuchos y otros. Los universitarios hemos rechazado mediante argumentos y razones esta dominación arbitraria de los violentos, sin éxito. Los capuchos han violado desde hace años aspectos básicos de la autonomía universitaria. Considero por esto que sería importante que hubiese una autoridad estatal que permitiera sacar del campus a los actores violentos, pero pienso que la forma precipitada, inconsulta, aventurera con que se inició este procedimiento conducirá a un fracaso. Las cuestiones sociales no se arreglan con el Código Penal en la mano. Los problemas sociales requieren soluciones sociales.