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Blancos lienzos indescifrables
Crítico

Diego Agudelo Gómez

Publicado

Blancos lienzos indescifrables

Diego Agudelo Gómez
Crítico de series

Un rostro puede ser un lienzo. Una superficie que se pinta desde adentro y desde afuera. Los actores saben convertir su rostro en eso, en un material maleable que se puede esculpir, como un recipiente que adquiere la forma de su contenido y no al revés. Hay un lugar común con el que se suele llamar a quienes logran hacer esto: camaleones, pero su acto va más allá del camuflaje, porque no pretenden esconderse en el decorado, al contrario, buscan lanzar destellos cegadores que mantengan cautivos los ojos de su público. Gary Oldman es un camaleón, Jack Nicholson es un camaleón, Tilda Swinton es un camaleón —de una desquiciada manera, de una manera que no es de este mundo sino de un mundo lejano en el que los camaleones son antropoides hipnóticos sin género—, y muchos otros actores y actrices tienen estas cualidades que hacen que una historia se sienta a flor de piel, real, poblada de seres con la misma carne vulnerable y los mismos huesos vulnerables que nosotros. Bastan un gesto, una palabra, una mirada, incluso un silencio de esta estirpe de artistas para causar una marea de reacciones sensoriales que pueden oscilar entre el placer y el espanto fácilmente.

El rostro de Evan Peters es un lienzo que florece desde hace un par de años en historias sombrías que demandan un despliegue de tics, síntomas y rarezas que erizan la piel. Su último papel, en la serie Dahmer, es el resumen de todo lo que ha aprendido en una breve carrera que lo ha puesto en el cuerpo espectral de un adolescente que comete una masacre en una preparatoria o en la de un fenómeno de circo atormentado por sus deformidades.

Empezó su carrera en 2004, con apenas 17 años, interpretando papeles menores, pero fue en 2011 cuando empezó a notarse su talento. Lo ficharon para la primera temporada de American Horror Story y desde entonces no ha dejado de aparecer en esta serie antológica que en cada temporada presenta tramas retorcidas en las que Evan Peters bien puede ser un asesino en serie recluido en un asilo, un adolescente enamorado de una bruja o el líder de un culto apocalíptico, rol por el que ha sido aplaudido y que sin duda lo ha convertido en un candidato ideal para interpretar a individuos trastornados y peligrosos.

Aunque Evan Peters sabe muy bien cómo evadir el riesgo de que lo encasillen, escogiendo algunos roles en los que puede desplegar aptitudes que muestran su lado luminoso, como en Pose, donde se convierte en un ejecutivo de Wall Street enamorado de una mujer trans, o en Mare of Eastown, miniserie aclamada en la que es un dócil detective sumergiéndose en las tinieblas de un pueblito norteamericano.

Con su papel en Dahmer, Evan Peters vuelve al lado de las tinieblas y pinta en su rostro el retrato de uno de los asesinos más escalofriantes de Estados Unidos. La historia de Jeffrey Dahmer ha sido contada en documentales, películas e historietas. Los detalles truculentos de sus asesinatos han sido divulgados con amplitud. Incluyen canibalismo, negligencia policiaca y hasta zombis. Y el retrato que se había hecho de Dahmer era monstruoso. En esta nueva serie de Netflix, Evan Peters no dejó que su rostro se convirtiera en el de un monstruo, solo permitió que proyectara los estragos de la soledad y el aislamiento, el trastorno que resulta de los fracasos consecutivos y la sensación de no pertenecer a ningún lugar. Y no es que Peters pretenda generar compasión por el asesino, enarbolar un discurso en el que se culpe a la sociedad por sus atrocidades, pero sí hay una intención de humanizarlo, de hacerlo tan real como lo fue para sus víctimas, porque estas historias que se mediatizan masivamente terminan cubriéndose de una pátina de ficción que nos hace olvidar a las víctimas, o a los victimarios que todavía actúan impunemente en las narices de todos, porque ellos sí que saben convertir sus rostros en blancos lienzos indescifrables.

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