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El espejo de otros mundos
Crítico

Diego Agudelo Gómez

Publicado

El espejo de otros mundos

Diego Agudelo Gómez
@godeloz

Son incontables las catástrofes que le ocurrirán a la especie humana antes de la devastación mayor. Algún día, la vida de este planeta se borrará por completo. El sol se hinchará hasta tragarse a Mercurio, quizás también a Venus, y la superficie de La Tierra no será la misma. Las radiaciones de la nueva gigante roja incendiarán todo. Cuando eso ocurra, dentro de unos cinco mil millones de años, nuestra especie habrá desaparecido hace mucho tiempo, sin embargo, nos consuela pensar que alguna huella quedará de nosotros en el universo. Las sondas que vagan a la deriva allende el Sistema Solar, las señales de radio que seguirán viajando entre las estrellas, los robots devenidos en fósiles que han explorado la superficie marciana; quizás, la utopía de colonizar otros mundos se haya dado. Incluso, es probable que colonicemos otro mundo capaz de albergar vida en la órbita de soles más benévolos.

Viendo la serie documental de Netflix, Mundos alienígenas, pensaba en todo esto y me sorprendía la cantidad de científicos empeñados en encontrar los indicios de la vida en otros planetas. Los cuatro episodios de la serie imaginan cuatro mundos donde la vida se abrió camino a su modo singular, adaptándose a atmósferas más densas y gravedades más implacables, soportando los rigores de días y noches sempiternos, floreciendo al abrigo de una riqueza de oxígeno mayor que la de nuestro planeta o preparándose para emigrar mientras contempla la muerte del mundo en el que germinaron sus primeras semillas.

En Atlas el aire es tan espeso que existen criaturas voladoras que nunca aterrizan; en Janus hay monstruos arácnidos de cinco patas y diez ojos que esparcen sus larvas en las corrientes de viento, la fuerza de su estrella ha detenido la rotación del planeta y, por lo tanto, una de sus caras esta expuesta a un día abrasador y la otra está confinada en una gélida noche; Edén tiene selvas frondosas con miles de habitantes salvajes enzarzados en el ciclo voraz de una extraña cadena alimenticia; en Terra, una civilización inteligente vive sus últimos días en un planeta que se dispone a morir. Seres sin cuerpo, unidos en una mente colmena, han desarrollado tecnologías con el poder de transformar otros mundos. Toda esta especulación está sustentada en el trabajo de astrónomos, microbiólogos, ecologistas, astrobiólogos, físicos entre otros científicos que recorren algunos parajes de nuestro mundo explicando cómo serían posibles otras formas de vida más allá de nuestro vecindario cósmico y por qué, todavía, no hemos hecho contacto con las otras civilizaciones que seguramente han visto discurrir sus destinos de modos más afortunados o más aciagos que el nuestro.

En la escala cósmica del tiempo, nuestra historia de exploración espacial es insignificante. El primer exoplaneta descubierto se confirmó en 1995. El astrónomo suizo Didier Queloz lo encontró desde el observatorio Haute-Provence, en el sur de Francia. Por su hallazgo le dieron el premio Nobel de física, aunque también merecería el de literatura porque, de cierto modo, estaba brindando un escenario floreciente para nuevas ficciones. Después de 51 Pegasi B -así se llama el primer exoplaneta-, se han descubierto alrededor de 4.100 exoplanetas más y existe todo un escuadrón de científicos de todo el mundo mirando con atención el brillo de sus atmósferas para descubrir los indicios de la vida, por lo menos de alguna señal de agua, el caldo de cultivo universal.

Todo esto lo cuentan en la serie Mundos alienígenas y no hay trama más embriagadora para escuchar. La mayoría de nosotros morirá sin tener esa experiencia de viaje límite que debe ser salir del planeta, visitar el espacio, dejar huella en la cáscara de otro mundo, pero realizaciones como la de Netflix permiten simular lo que sería estar bajo el influjo de una gravedad distinta y tener un encuentro cara a cara con seres fantásticos cuyos ojos nos mirarían extrañados y también maravillados por nuestra inocultable fealdad.

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