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Juan David Villa. Editor y periodista. preguntasortografia@gmail.com
Sí, la RAE acaba de actualizar el Diccionario de la lengua española (DLE), que podemos consultar, por fortuna, en rae.es. Estamos en la edición 23.6, lo cual quiere decir que la Academia ha actualizado la versión digital, no la física (edición 23), seis veces, una actualización cada diciembre, cada frío invierno europeo. Fueron 3.152 novedades. Pero esto no significa que sean tantas palabras nuevas incorporadas, no: entre las novedades hay, claro, nuevas palabras, pero también nuevas definiciones, correcciones y supresiones de definiciones.
La palabra nace en la calle y luego va al diccionario. Y lo mismo los usos que le damos a cada una: si surge un uso nuevo, tenemos una definición (acepción) nueva; si algún uso ha muerto por desuso o no encaja en cierta moral, sacan la definición correspondiente.
Definiciones que salieron
“Abogado. Persona habladora, enredadora y parlanchina”. No se rían: esa acepción mala leche estaba en el DLE. Y no porque los académicos tuvieran esa opinión sobre los abogados, sino porque esa idea y ese uso sí rondan por las calles y las casas (quiero decir, en los ámbitos de la vida real, donde nace el idioma). Un diccionario recoge palabras y significados, no los inventa ni, menos, los impone. Así que no se me ofendan, queridos abogados, porque la realidad es... Ahora bien, no quiere decir que ya no haya abogados enredadores, que de esta espacie hay gente en todas las profesiones y artes, sino que la Academia quiere evitar estigmatizaciones, generalizaciones. La verdad, la RAE ha entrado en cierta etapa de lo políticamente correcto.
Definiciones que entraron
“Artillero, ra. En fútbol y otros deportes, jugador que marca tantos con frecuencia”. Sí, hace mucho los narradores y comentaristas de fútbol hablan del artillero. Yo lo recuerdo desde los tiempos de Iván René Valenciano y Víctor Hugo Aristizábal. Qué artilleros.
“Básico. Excesivamente sencillo o falto de complicación”. Sí, nada raro. Se trata de un uso viejo para nosotros. Los diccionarios nacen viejos y siempre incompletos porque el idioma está vivo.
“Candente. Dicho de una cosa: Que provoca el interés general por su actualidad y, en ocasiones, su carácter polémico. Cuestión candente”. De nuevo, muy cantada. Me sorprende, y a ustedes también, que no estuviera desde antes.
Palabras que entraron
“Bariatría. Rama de la medicina que se ocupa del estudio y el tratamiento de la obesidad”. Hace muchos años hablamos de cirugías bariátricas. Vienen del griego βαρύς (‘pesado’).
“Comercio electrónico. Comercio que se lleva a cabo a través de internet”. La tecnología sí que obliga a actualizar los diccionarios. Va muy rápido y, con ella, las palabras que nombran a sus objetos.
“Conspiranoico, ca. 1. Perteneciente o relativo a la conspiranoia. Teorías conspiranoicas. ‖ 2. Que tiende a la conspiranoia. Un fanático conspiranoico”. Hay más abundancia de conspiranoicos que de maíz. Así que tenía que entrar, cómo no.
“Cortazariano, na. Perteneciente o relativo a Julio Cortázar, escritor argentino, o a su obra. El universo cortazariano. ‖ 2. Que tiene rasgos característicos de la obra de Cortázar. Dos cuentos muy cortazarianos. ‖ 3. Admirador o seguidor de la obra de Cortázar”. Una bellísima adición. Muchos nos emocionamos.
“Garciamarquiano, na. Perteneciente o relativo a Gabriel García Márquez, escritor colombiano, o a su obra. La prosa garciamarquiana. ‖ 2. Que tiene rasgos característicos de la obra de García Márquez. ‖ 3. Admirador o seguidor de la obra de García Márquez”. Yo solo diré que amo a García Márquez.
Nota (la honradez siempre): Estos textos citados los tomé con cariño del documento publicado por la RAE sobre esta actualización y del propio Diccionario de la lengua española.