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La corta visita de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a los Estados Unidos el miércoles pasado, había sido vista desde antes como un error colosal. Que el encuentro era innecesario y con muchos riesgos, lo confirmó la puesta en escena que mostró un espectáculo deplorable.
El motivo era la celebración de la puesta en marcha del nuevo acuerdo comercial de Norteamérica, el T-MEC, que reemplazó al TLCAN. La ceremonia no contó con la presencia del primer ministro de Canadá quien se excusó invocando la emergencia sanitaria en su país. Con la salida que les dio Trudeau, los dos presidentes restantes hubieran podido aplazar la visita bilateral, pero siguieron adelante.
El desenlace no pudo ser peor. AMLO se regó en lisonjas hacia su anfitrión, destacó “la comprensión y el respeto” hacia el pueblo mexicano, como si con ello borrara el hecho de que dentro de los inmigrantes, que Trump quiere expulsar de Estados Unidos, hay miles de mexicanos. Un presidente que ha insistido en la construcción de un muro en la frontera entre las dos naciones y ha atacado con saña a México desde que anunció su candidatura en 2015.
Así las cosas, no está tan claro que Trump saque réditos de la visita de AMLO y de las declaraciones altisonantes de ambos. Lo bizarro de la ceremonia no le da un aire a la caída de su popularidad y puede ser incluso contraproducente. Es improbable que sus ejecutorias en el cargo le hayan permitido conservar a sus votantes de origen mexicano, muy afectados por los ataques del presidente, la pandemia, el aumento de las tensiones sociales, raciales y el desempleo. Ese apoyo no volverá, por más palabras que se digan.
Para AMLO es la primera salida del país y eso tiene un significado especial. Tradicionalmente en esos encuentros los presidentes fijan sus posiciones en temas claves de comercio, inmigración y crimen. Sin embargo, en esta ocasión con su obsecuencia, AMLO está dando la señal de querer a toda costa una relación sin problemas con Estados Unidos, sin tocar los temas álgidos. Ese pragmatismo, puede acercar a AMLO a algunos sectores empresariales que han sido sus más fuertes críticos, pero no es de buen recibo para muchos de sus compatriotas que quieren ver a su país jugando un rol determinante en la escena mundial.
Sin olvidar que en un poco más de cuatro meses se llevarán a cabo las elecciones en Estados Unidos, con lo cual la visita de AMLO puede interpretarse como un apoyo velado a Trump, en un momento en el que los primeros sondeos dan ventaja al candidato demócrata Biden. Para agravar las cosas, la agenda de AMLO no incluyó a dignatarios demócratas o a grupos de inmigrantes. Una negligencia o un error de cálculo que le puede traer problemas más adelante.
Es por esas razones que el encuentro entre AMLO y Trump ha sido calificado como extraño, como raro. Un cara a cara, sin mascarilla ni aislamiento social, en medio de la pandemia que azota a los dos países y que ambos presidentes han manejado especialmente mal. Una reunión de dos partes que se han maltratado, pero que todo parece indicar hoy se necesitan. Se dijeron cosas tan insólitas que los recuerdos que van a quedar de todo esto será el de una triste diplomacia de subordinación, como dice el Washington Post, y unas fotos deslucidas.