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Auge y caída del proyecto centrista de Macron

Lo que sí parece claro es que el proyecto centrista de Macron, que prometió superar los antagonismos ideológicos y construir consensos duraderos, ha perdido su rumbo.

hace 15 horas
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  • Auge y caída del proyecto centrista de Macron

El mundo se ha sacudido fuerte en las últimas 48 horas: Israel y Hamás llegaron a un acuerdo de paz gracias a la mediación de Donald Trump, María Corina Machado se ganó el Nobel de Paz con un contundente mensaje del mundo contra la dictadura de Nicolás Maduro y el Congreso de Perú tumbó a la presidenta Dina Boluarte, quien no alcanzaba ni siquiera el 3% de popularidad.

De cada uno de esos temas nos ocuparemos en su debido momento. Para no dejar pasar otra noticia que, días antes, sacudió a Europa y si bien causó menos ruido es igual de significativa. Se trata de la dimisión de Sébastien Lecornu como primer ministro de Francia. Lo más grave no es su retiro, sino el hecho de que duró tan solo cuatro semanas en el cargo, dejando al descubierto la profunda inestabilidad del segundo mandato de Emmanuel Macron.

El episodio de este lunes, en el que Lecornu optó por renunciar antes de enfrentar una moción de censura, simboliza el grado de disfuncionalidad institucional en el que ha caído el gobierno francés. Desde las elecciones parlamentarias de 2024, cuando Macron disolvió la Asamblea Nacional en un intento arriesgado por recuperar el control legislativo, Francia vive una parálisis política sin precedentes en su historia reciente. La ausencia de mayorías claras impide la formación de gobiernos estables y ha erosionado la credibilidad internacional de una de las principales potencias europeas.

Pero no siempre fue así. En 2017, la llegada de Emmanuel Macron al poder generó un entusiasmo transversal. A sus 39 años, sin trayectoria en los partidos políticos establecidos, pero con un pasado en la banca de inversión y en la alta administración pública, su victoria representó una ruptura con la polarización tradicional entre izquierda y derecha que agobiaba a la mayoría de las democracias del mundo.

Con un discurso centrista, tecnocrático y proeuropeo, Macron consolidó una mayoría parlamentaria con su movimiento La République en Marche, logrando articular una agenda reformista que prometía modernizar la economía francesa y frenar el avance de los extremos. Para muchos, su ascenso fue un modelo exportable, una tercera vía posible en tiempos marcados por la radicalización ideológica.

Sin embargo, esa narrativa de éxito empezó a resquebrajarse. Las reformas económicas impopulares, como la del sistema de pensiones, junto con una percepción de soberbia tecnocrática, fueron erosionando el apoyo ciudadano. Las protestas de los “chalecos amarillos” en 2018 se convirtieron en el primer gran síntoma del descontento profundo con un gobierno percibido como alejado de las realidades sociales. Aun así, Macron logró la reelección en 2022, derrotando por segunda vez a Marine Le Pen, la candidata que asustaba a gran parte del país debido a sus posturas xenófobas y euroescépticas. Pero esa victoria llegó con una advertencia: la pérdida de la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional.

Desde entonces, la gobernabilidad se tornó esquiva. En lugar de buscar alianzas duraderas, Macron optó por gobernar en minoría, utilizando herramientas como el artículo 49.3 de la Constitución, que permite aprobar leyes sin votación parlamentaria, una estrategia que alimentó el resentimiento en todos los flancos políticos y debilitó aún más su base de apoyo. La reforma pensional, que elevó la edad legal de jubilación de 62 a 64 años, por ejemplo, aprobada sin voto legislativo, se convirtió en un símbolo de soberbia con el poder percibido incluso dentro de sus propias filas.

El punto de inflexión se produjo con las elecciones al Parlamento Europeo en 2024. El Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen obtuvo un resultado histórico, consolidándose como la primera fuerza en Francia a nivel europeo, pero sin cambiar la composición del parlamento francés. Sin embargo, ante ese revés, Macron decidió anticipar elecciones legislativas, tratando de demostrar que en lo doméstico todavía conservaba fortaleza, en una jugada audaz pero temeraria. El resultado: una Asamblea Nacional más fragmentada que nunca, con el RN fortaleciendo su presencia, la izquierda dividida entre los radicales de Jean-Luc Mélenchon y los socialistas tradicionales, los republicanos debilitados, y el movimiento macronista reducido a una fuerza minoritaria.

Esa fragmentación ha hecho inviable cualquier coalición estable. Desde la reelección de Macron, Francia ha tenido cinco primeros ministros en menos de dos años. Lecornu, el más efímero de ellos, no logró siquiera consolidar su gabinete antes de enfrentar la amenaza de una moción de censura. Las negociaciones presupuestales se han estancado, los mercados han reaccionado negativamente y la prima de riesgo de la deuda francesa se ha acercado a la de Italia —país famoso por su inestabilidad política y económica—. El modelo de la Quinta República, ideado por De Gaulle para garantizar la estabilidad, está siendo llevado al límite.

La disfuncionalidad actual recuerda los peores momentos de la Cuarta República, cuando la inestabilidad crónica forzó la transición constitucional de 1958. La diferencia hoy es que no hay una figura con la fortaleza que tenía De Gaulle, arquitecto del sistema político francés actual, en el horizonte.

Lo que sí parece cada vez más claro es que el proyecto centrista de Macron, que prometió superar los antagonismos ideológicos y construir consensos duraderos, ha perdido su rumbo. Y en ese vacío, quienes están mejor posicionados para llenarlo son precisamente aquellos a quienes Macron prometió contener: los extremos políticos, como Le Pen o Mélenchon.

La lección que deja este proceso es amarga. Sin una capacidad real de construir mayorías ni de escuchar a una sociedad diversa y polarizada, el centrismo corre el riesgo de convertirse en un ejercicio de autocomplacencia.

El caso francés opera como advertencia para quienes, casi una década después del primer triunfo de Macron, desean seguir caminos parecidos..

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