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El río de conflictos nacionales e internacionales que cruza hoy por el país se ha convertido en fuente de una serie de operaciones clandestinas y de espionaje de agencias de otros gobiernos, y de organizaciones ilegales, que se juegan intereses diversos y millonarios en Colombia y en naciones vecinas.
Desde la presencia y el influjo geopolítico en la región de potencias como Estados Unidos, Rusia y China, hasta el apoyo financiero periférico e ilegal a grupos terroristas como Hezbolá y el Estado Islámico; y desde la contención política, social y militar (dado el caso) de la crisis de Venezuela, hasta la explotación de recursos estratégicos en Amazonas, el cordón Chocó-Pacífico, y el extenso corredor de la Orinoquia no solo colombiana sino también venezolana.
Colombia y Venezuela, vistas como un amplio bloque de proyección geoestratégica para el Caribe y Suramérica, son clave en el equilibrio hemisférico, pero también extracontinental. Además de los recursos en el suelo nacional, están las reservas de petróleo y de oro venezolanas, en su orden las primeras y terceras en importancia, en el mundo.
Como lo observan algunos analistas, el espionaje es una tarea permanente en el ámbito de las relaciones entre naciones y en Colombia siempre lo ha habido. Pero el aumento de episodios recientes de cubanos y venezolanos expulsados y sindicados de labores de inteligencia en torno a bases militares colombianas (en especial de la Fuerza Aérea), en el contexto de la disparidad diplomática del gobierno de Iván Duque y el de Nicolás Maduro, además de las fricciones EE.UU. - Rusia frente a la situación venezolana, explican la percepción de que el espionaje en el país se intensificó.
En materia tecnológica, Colombia depende en esencia de las plataformas estadounidenses de radares, computación y satélites, y afronta limitaciones en recursos financieros y planificación (ver opinión). Un vínculo y un alineamiento con Estados Unidos expresado abiertamente en el más reciente Plan de Defensa, al tiempo que se señala que “riesgos extracontinentales” pueden provenir de Rusia, China e Irán.
La reciente carta de la Federación Rusa al Gobierno Nacional —ya respondida por la Cancillería— cuestionando el papel de Colombia frente a la crisis venezolana, da más luces sobre la preponderancia de nuestra nación en la coyuntura regional, y plantea preguntas sobre el carácter planetario que gana poco a poco el conflicto en Venezuela, extendido a la frontera colombiana.
El inocultable interés de Estados Unidos en que caiga el régimen chavista y el persistente respaldo de Rusia al gobierno Maduro, aumentan la sensación de que hoy se nos espía y monitorea más que nunca. Por parte del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) y sus pares cubanos del G-2, y a través de la influyente presencia de las agencias de Estados Unidos.
El envío de 100 militares rusos hace 12 días y de 35 toneladas de equipo militar a Maiquetía —justificado en el plan de apoyo militar de Rusia a Venezuela—, además de siete casos de expulsiones de cubanos y venezolanos desde diciembre pasado, y la detección de redes de apoyo financiero a grupos terroristas como Hezbolá, obligan a desplegar las antenas y oídos de la Dirección Nacional de Inteligencia de Colombia.
No puede haber descuido e ingenuidad frente a un ambiente caldeado e infiltrado ya por todos los demás actores de la actual crisis regional.