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Me he dado en llamar a Bogotá la “Estambul de América Latina”. Colombia está convertido en un centro de intereses geoestratégicos: de Rusia, China, Estados Unidos, Turquía e Irán. Todo ello derivado o ahondado por la crisis de Venezuela. Por eso las detenciones de extranjeros en torno a instalaciones militares en Melgar, La Dorada y Bogotá. Hay un fuerte intercambio de inteligencia en y desde el país.
Bogotá es el centro de esa actividad porque en ella se cruzan los caminos diplomáticos. Y la situación incluso está dando para que se piense que la frontera colombo-venezolana se puede convertir en otra Siria: EE.UU. quiere ver salir a Maduro del poder —como ocurrió con El Asad— y Rusia podría intervenir y perpetuarlo en el poder y podríamos ver escalar la crisis humanitaria y las situaciones prebélicas.
Eso, antes, durante y después, requiere un despliegue de actividades de espionaje.
Hay presencia, además, de agentes de Hezbolá que identifican soft targets (objetivos blandos) de EE.UU. e israelíes, en caso de planes y acciones múltiples en el mundo.
Y en inteligencia y contrainteligencia, que se hacen con recursos, estamos mal. El DAS hacía una excelente labor, pero con su desaparición eso se perdió. No tenemos una red estratégica de inteligencia.