Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
Los incendios forestales en Venezuela, Antioquia y otras zonas del país, incontrolables para las autoridades locales, agravan la crítica contaminación ambiental del Aburrá, que alcanza su séptima semana, la más larga desde que se hacen estos seguimientos. La mala calidad del aire hace más complejo el control del covid-19, un mal respiratorio.
Por ello cobra máxima importancia el llamado del alcalde Daniel Quintero al Gobierno central para que, desde su instancia superior, adopte las medidas del caso para controlar las quemas, asunto crítico en verano, que consumen parques naturales, bosques y rastrojos para extender la potrerización, los cultivos ilícitos y la “frontera agrícola”.
Al humo de las quemas se suma la presencia en las calles del Aburrá de buena parte de un parque automotor de carga y pasajeros obsoleto, con 25 años de vida/promedio: camiones, volquetas y buses, chimeneas rodantes, responsables de la generación, en grandes concentraciones, del material particulado respirable PM2.5 micras (humo negro), nocivo para la salud.
La semana pasada, con casi todas las estaciones de monitoreo de calidad del aire en rojo y cargas de más de 70 microgramos de PM2.5 por metro cúbico de aire en algunas zonas, el aire era una amenaza para la salud de todos los pobladores, más para sectores sensibles a la polución: menores de cinco años y adultos mayores de 60 con cuadros clínicos respiratorios, cardiacos y cáncer de pulmón.
Del total de vehículos del Aburrá, 1.550.000, solo el 0,36 % ( camiones, volquetas y buses antiguos), aportan el 50 % de la polución por PM2.5, según investigaciones del Área Metropolitana del Valle de Aburrá (Amva). Si se controla el 1 % de los carros contaminantes, el Aburrá saldría de cerca del 90 % de su contaminación, advierte otra investigación científica de la U. de A.
Según la OMS, 10 microgramos de PM2.5 en el aire son una amenaza para la vida y por cada diez que aumente el PM2.5 crece en 4 % la mortalidad general, 6 % las muertes por enfermedades cardiorrespiratorias, 9 % por Epoc y 14 % por cáncer de pulmón.
Al igual que en el combate al covid-19, el más grande aporte contra la contaminación atmosférica se llama “conciencia ciudadana”.
Lo otro es el camino correcto por el que avanza la ciudad en pro de un sistema masivo de transporte limpio, producción limpia, construcción de ciclovías, una región compacta, funcional y una nueva cultura ciudadana frente a la movilidad.
La relación entre coronavirus y la contaminación del aire es estrecha. Sara De Matteis, miembro del Comité de Salud Ambiental de la Sociedad Europea de Respiratoria, afirmó que “los pacientes con enfermedades pulmonares y cardíacas crónicas causadas o empeoradas por la exposición a largo plazo a la contaminación del aire tienen menos capacidad para combatir las infecciones pulmonares y más probabilidades de morir. Este también es el caso del covid-19”. Declaración recogida por la edición digital del diario inglés The Guardian, el pasado miércoles. Bajar los niveles de contaminación ayuda a los más vulnerables, niños y ancianos.
Investigaciones de la OMS prueban que el aire contaminado es responsable de la muerte temprana de, al menos, ocho millones de personas al año en el mundo, la mayoría por males respiratorios, cardiacos, cerebrovasculares y cáncer.
En la defensa de la vida no puede haber tregua ni intereses particulares. El país debe apostar a una producción limpia, sacar de sus calles y carreteras los vehículos contaminantes, declarar la vida útil de los carros y extinguir para siempre la práctica de quemar para “cultivar”. Medellín y el Aburrá deben declararse zonas libres de humo .