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El 2020 pintaba bien, el año anterior la economía creció 3 % y la inflación estaba bajo control. El único nubarrón en el horizonte era el deterioro de las cifras laborales con un desempleo de 13 % y un aumento de la informalidad. El Gobierno le apostaba al crecimiento para mejorar las cosas en el frente laboral.
Y todas las condiciones estaban dadas para que eso fuera así. El Gobierno había aclarado el destino de sus finanzas con una reforma tributaria que estimulaba la inversión y perfilado una estrategia de desarrollo con su plan “Pacto por Colombia, pacto por la equidad”. El futuro parecía despejado y el año comenzó bien, con un precio del petróleo al alza y una demanda interna muy dinámica.
Seis meses después, la economía está sumida en una profunda recesión como consecuencia de la pandemia. El impulso que llevaba la economía le alcanzó para que el primer trimestre creciera 1,1 %, ya con el efecto en marzo de las primeras medidas sanitarias locales y la desaceleración de la economía internacional, por la rápida expansión del covid-19.
La economía se afectó por un choque que combinó el debilitamiento de la demanda externa, el desplome del precio del petróleo y del carbón, la parada súbita de una parte de la producción y el derrumbe de la demanda interna. El Gobierno para enfrentar la pandemia adoptó medidas de confinamiento estricto con pocas excepciones. La economía se detuvo en seco en abril; en mayo comenzó la relajación de restricciones y en la actualidad un 80 % de las labores están funcionando.
Todavía no está disponible el dato oficial del Dane, pero el Banco de la República estima que el decrecimiento de la economía colombiana en el segundo trimestre puede ser 16,5 %, el peor dato de la historia. Para el año completo el crecimiento estaría entre -6 y -10%, según la misma fuente.
La situación cambió por completo por la pandemia. Y las prioridades del Gobierno también. Debió definir una estrategia fiscal ante el nuevo panorama. Aumentar su gasto para atender las urgencias de la crisis sanitaria y social, lo que llevará el déficit del Gobierno en 2020 a -8,2 % del PIB, con una deuda de 68,2 % del PIB para el gobierno general, muy en línea con lo que se ha visto en otros países en la misma situación que debieron aumentar inesperadamente su gasto en salud y en atención a las empresas y trabajadores más vulnerables.
El gobierno de Duque tiene al frente la difícil tarea de gestionar la crisis económica más profunda de la historia. La reactivación es lenta por las restricciones sanitarias y hay muchos riesgos que la amenazan. La debilidad de la demanda de nuestros socios comerciales es uno de esos, así como la reducción de los ingresos y el deterioro de las expectativas que afectan el consumo de los hogares y los indicadores de cartera de los bancos.
La recesión ha afectado duramente a la pequeña y mediana manufactura y los servicios (turismo, transporte, hoteles, restaurantes, entre otros), y amenaza el empleo de muchos, en especial de jóvenes, mujeres y mano de obra no calificada, y ha llevado al cierre de muchos negocios. Por sus características, los servicios no financieros serán las últimas actividades en reactivarse. Requieren atención especial al igual que la pequeña y mediana manufactura. Hay que focalizar esos objetivos con instrumentos y políticas adecuadas. No es una tarea fácil.