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El conejazo
en el Icetex
¿Cómo se explica que les nieguen recursos para la educación a los jóvenes y le dediquen esa fortuna a un contrato para comprar un software a pesar de que Petro ha dicho que se debe acabar con el Icetex?
A ver si entendemos bien: el presidente Gustavo Petro prometió en campaña condonar las deudas de los jóvenes en el Icetex, subsidiar intereses y convertir a la entidad en una especie de hada madrina de la educación. Pero nada de eso ocurrió. Debe ser que la varita mágica no le funcionó. ¿O tal vez la están usando para otros trucos?
Se conoció, por ejemplo, un nuevo “acto de magia” con el cual el Icetex va a entregar a dedo —según denunció la congresista Catherine Juvinao— un contrato de 120.000 millones de pesos, justo en vísperas de elecciones. ¿Un software de 120.000 millones de pesos? “Ni porque fuera Bancolombia”, dijo Juvinao.
Mientras tanto, en la vida real —esa donde las bodegas ni los discursos resuelven los problemas— las cuotas que deben pagar los estudiantes se triplicaron. Las tasas de interés subieron del 5% al 17%, y el Icetex parece más una casa de usura que una entidad pública.
¿No eran pues los jóvenes y los más necesitados los que iban a recibir toda la atención del gobierno “del cambio”? ¿Cómo se explica esa paradoja de que les hayan negado recursos para la educación a los jóvenes y le dediquen esa fortuna a un contrato para comprar un software a pesar de que Petro ha dicho que se debe acabar con el Icetex? ¿Si es para los jóvenes se acaba pero si es para los contratistas tendrá larga vida?
Las suspicacias sobre ese contrato aumentaron cuando funcionarios que llevan años en el Icetex, antes de firmarlo y ser parte de esa trinca, renunciaron. El ministro de Educación se ha hecho el sordo, como si no fuera con él, y el presidente del Icetex, por ahora, según se ha sabido está haciendo magia con los recursos.
Pero este no es el único “conejo” que ha puesto el Gobierno a las personas de menos recursos.
Recordemos, por ejemplo, al programa Mi Casa Ya, que ayudaba a miles de familias a tener vivienda propia: el Gobierno decidió cambiar las condiciones para acceder a los subsidios, lo que generó un caos. Después decidió terminar el programa, llevando a que 33.000 familias desistieran de la compra de vivienda. La caída del 9,7 % en la construcción de viviendas de interés social durante el segundo trimestre de este año es efecto de esta improvisación.
Frente a este vacío, han sido las gobernaciones —como la de Antioquia— las que han intentado recoger los pedazos y lanzar sus propios subsidios, para evitar que la parálisis en el sector se convierta en una crisis económica mayor.
El gobierno también prometió que bajaría las tarifas de energía eléctrica, que afectan especialmente a los habitantes de la costa Caribe. Pero después de tres años los usuarios siguen con facturas elevadas y el gobierno no ha terminado de pagar la opción tarifaria, es decir, los recursos que los usuarios dejaron de pagar en las facturas durante la pandemia.
A este listado se suma el fallido programa Jóvenes en Paz, que prometía un ingreso de un millón de pesos mensuales a jóvenes en riesgo de violencia, con la idea de “pagar por no matar”. Hoy, la mayoría no ha recibido un solo peso. El propio presidente reconoció el fracaso de la iniciativa.
La incertidumbre también rodea al programa Renta Joven, que ofrecía transferencias monetarias para que los jóvenes permanecieran en el sistema educativo. En lugar de fortalecerlo, se plantea su transformación en cooperativas juveniles. ¿Cuántos de esos jóvenes saldrán del sistema educativo mientras el Gobierno improvisa?
Incluso los adultos mayores también han caído en esta suerte de trampa: Petro no les ha aumentado, como prometió, los auxilios que reciben desde 2008, pero sí los está utilizando como fichas en la pelea política. Ha dicho que si la Corte Constitucional tumba su reforma pensional, se caerán esos subsidios. Nuevamente, se opta por la amenaza y la manipulación emocional antes que por el diálogo honesto con el país.
¿Dónde están los recursos que se prometieron para transformar la vida de millones? ¿Por qué sí hay dinero para nóminas paralelas, embajadas innecesarias, bodegas digitales y contratos opacos, pero no para la educación, la vivienda o los servicios básicos? La respuesta parece estar en que el Gobierno, contrario a la imagen que proyecta, no privilegia a los más pobres, sino a la ambición de mantener el poder.
Lo paradójico es que en la misma red social en la que circulan quejas de estudiantes, padres de familia y abuelas desesperadas porque no tienen cómo pagar las cuotas del crédito del Icetex; el presidente Gustavo Petro y todas las entidades públicas vuelcan el aparato de propaganda para decir que “Petro es líder mundial”.