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Hoy es el primer día sin IVA de los tres que están contemplados para este año (los otros serán el 3 y el 19 de julio). Esta medida cobija a un amplio grupo de productos (vestuario, accesorios, útiles, electrodomésticos, equipos deportivos, computadores, celulares, bicicletas, patinetas, algunos insumos agrícolas, entre otros) que estarán exentos temporalmente del tributo del 19 %. Se espera que impulse el consumo de los hogares para, de esa forma, reactivar al sector comercio, uno de los más golpeados por la cuarentena, como se constata en la información del Dane para abril, con una caída de 42,9 % en esa actividad en relación con el mismo mes en 2019.
Los días sin IVA fueron creados dentro de la última reforma tributaria, en un contexto muy diferente del actual, cuando la economía crecía a un ritmo anual del 3 %, sin argumentos técnicos. Al cambiar las circunstancias por la pandemia, su puesta en marcha se adelantó, al tiempo que el instrumento se perfeccionó y amplió con nuevos productos, para que hiciera parte del paquete para reactivar la economía, dentro del cual está el apoyo a la liquidez de las empresas, las medidas dirigidas a los más vulnerables, así como alivios tributarios de diferente índole.
Ahora ha llegado, según el Gobierno, el tiempo del comercio. La industria que se había abierto de forma gradual distribuyó su producción por medio del comercio electrónico, pero en este momento es fundamental que opere dinámicamente para poder restaurar los canales de distribución adecuados.
El problema son los obstáculos que persisten para que los hogares vuelvan a consumir y para que, en consecuencia, la economía vuelva a crecer a buen ritmo. En primer lugar, no es claro que los hogares cuenten con los recursos para generar esta demanda. También están vigentes algunas restricciones de movilidad, el acceso de los consumidores está relativamente restringido y los compradores temen contagiarse si acuden a los comercios. Así mismo, muchas familias consideran, según las encuestas, que ante la reducción de sus ingresos es más conveniente ahorrar, diferir el consumo. La idea es que la eliminación del IVA, al abaratar el precio que debe pagarse por los bienes contemplados, impulse su demanda y que se satisfaga por medio del comercio en físico o electrónico.
La medida es costosa para el fisco, de eso no hay duda, y ese ha sido un argumento que han esgrimido los críticos de la iniciativa. Según las cifras de la Dian, el Gobierno dejará de recaudar 450 mil millones de pesos por los tres días sin IVA, lo que no es poco, cuando en todo el año se dejarán de percibir $24 billones por impuestos. Esos números muestran que se trata de una apuesta arriesgada. Si la medida contribuye a que la actividad productiva despegue, se podría recaudar mejor en el futuro, se obtendría el objetivo.
El temor es que el sacrificio de ingresos que hace el Gobierno no favorezca en realidad a los consumidores y se desvirtúe lo que se quiere lograr. Ya se han denunciado abusos por parte de algunos comerciantes que inflaron sus precios para beneficiarse del hipotético aumento de compradores que se daría por la eliminación del IVA. Tampoco es claro que la medida beneficie a los hogares de menores ingresos que no pueden posponer su consumo y aprovechar la exención del IVA.