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El ocaso moral de un proyecto político

23 de junio de 2025
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  • El ocaso moral de un proyecto político

Hay actos que no necesitan mucha explicación. Con una imagen basta para dejar claro que algo se rompió en el corazón de las instituciones no solo de Antioquia sino de todo el país. Este 21 de junio, desde la plazoleta de La Alpujarra, el presidente Gustavo Petro subió a su tarima a nueve de los cabecillas de las bandas criminales más peligrosas de la ciudad. Fue un momento de quiebre. No solo político, sino, sobre todo, moral. El Estado se quebró por dentro.

Este episodio bien podría pasar a la historia como el retrato de la decadencia en la que ha caído el gobierno de Gustavo Petro. Allí estaban ‘Tom’, ‘Douglas’, ‘Pesebre’, ‘Lindolfo’ y ‘Vallejo’, entre otros, que convirtieron a los niños en campaneros de fechorías, los parques en expendios de droga y la extorsión en ley. Bandas criminales a las que tan solo este año las autoridades les atribuyen 35 asesinatos en la ciudad.

El Gobierno dice que es un acto en el marco de la “paz urbana”, pero puede ser tal vez la más floja de las hipótesis. Petro, claramente, estaba en el evento en pie de guerra, no en modo de paz. Luego de saludar a los cabecillas de La Terraza, los Chatas, El Mesa, Pachely, Robledo, Trianón y la Unión, se dedicó a lanzar diatribas contra la dirigencia antioqueña, contra el Gobernador, contra el Alcalde y contra la Fiscalía local, a la cual intentó amedrentar por los casos que sigue contra Daniel Quintero.

Todo estaba fríamente calculado. Petro sacó a los capos de la cárcel y los subió a la tarima, como queriendo dejar claro que estaban de su lado. Además hizo su performance en pleno corazón del poder político, en la mitad de los edificios de la Alcaldía y la Gobernación. En tu cara, diría un adolescente.

No hay nada más simbólico en política que eso: subir a alguien a la tarima. Así como en otras de estas concentraciones fabricadas, Petro ha puesto indígenas y afros para que le adornen la fotografía, esta vez consideró que los grandes criminales eran los indicados para estar en su foto en Medellín.

Este gesto no fue un error táctico: fue un mensaje deliberado. Gustavo Petro le decía a Medellín: los señores de los combos están conmigo. Lo cual para algunos resultó ser un insulto al dolor de la ciudad y para otros no menos que una amenaza. Y sí, hay algo de insulto y algo de amenaza. Pero sobre todo, mucho de indolencia con las víctimas. ¿Dónde estaban las madres de los jóvenes asesinados, los comerciantes extorsionados, los líderes sociales desplazados?

Los capos, que de bobos no tienen nada, tal vez entendían el papel que los llevaron a interpretar, pero no necesariamente lo comparten. No se les vio ni una mueca de satisfacción, al contrario, parecían estar incómodos. Entre otras cosas porque la mesa no ha marchado bien. Hace poco decían que estaba “estancada”. Y fuentes desde la cárcel indican que los jefes de las bandas sienten que así como los utilizaron para la primera campaña de Petro, a través de su hermano, ahora los quieren volver a usar. Sin embargo, están dispuestos a seguirle la corriente al Gobierno porque anhelan, lo que siempre les ha prometido, que es dejarlos libres.

Involucrar a los capos también fue estratégico para ayudar a llenar la plazoleta, teniendo en cuenta que le caben entre 5.000 y 8.000 personas. Desde la cárcel de Itagüí, según esas mismas fuentes, movilizaron personas de San Javier, Manrique, Buenos Aires y los Populares. La mayoría de ellos no delincuentes sino trabajadores de sus negocios. Se vieron carteles: “Douglas, Aranjuez te quiere”, “Castilla apoya la paz urbana”, entre otros.

Y es que difícilmente Petro, con 15% de popularidad en Medellín, según la más reciente encuesta de Invamer, habría podido llenar la plazoleta sin la ayuda de los combos. En un video se ve a una mujer diciendo: “A mí me dijeron que teníamos que venir a marchar en mi punto de trabajo. Pero yo no sabía que venía Petro. ¿Qué tenemos que ver nosotros con ese señor? (...) Nosotros venimos como 300, 400 o 500, y todos teníamos que venir de blanco”.

La manifestación se da apenas unos días después de que dicha encuesta reveló que el alcalde Federico Gutiérrez con 79% y el gobernador Andrés Julián Rendón con 66% son los mandatarios mejor calificados del país. El contraste es tan grande entre la popularidad de estos y la escasa favorabilidad del Presidente que por eso tal vez Petro llegó en plan de intimidar. Como cuando el ‘matoncito’ de barrio, con un puñado de secuaces, se mete en la cancha, en la que juegan y se divierten sin él, para recordarles a todos quién tiene el poder.

Otra hipótesis es que Petro lo que está haciendo con toda esta parafernalia –el sábado en Medellín, antes en Cali y Barranquilla– es tratando de esconder el bajo desempeño de su gobierno. Estamos a casi un año de que deje el poder y tiene poco para mostrar. No lo decimos nosotros, lo dice él mismo en sus consejos de ministros cuando regaña a su gabinete porque no han hecho “nada” o porque lo “traicionan”.

Al final de la obra Calígula, de Albert Camus, el protagonista dice: “He comprendido que el poder no tiene límites cuando el hombre niega toda moral”. Y eso parece haber ocurrido el sábado en Medellín. El presidente Gustavo Petro negó toda moral y protagonizó la obra de teatro político más absurda y más decadente de la que se tenga noticia en los últimos tiempos en el país.

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