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La isla vive apagones prolongados, un brote epidémico, protestas multitudinarias y mucha represión en medio de la debacle de una economía que va en picada.
Hablar de Cuba y de sus graves crisis puede sonar reiterativo a veces, pero no por ello deja de ser desolador. Sobre todo cuando se constata que la situación actual ha generado un clima asfixiante en el que se conjugan apagones, un brote epidémico, protestas multitudinarias, represión de periodistas dentro y fuera de la isla y la debacle de una economía que va en picada.
Los cubanos se sumen en condiciones que cada vez hacen más difíciles el transcurrir de sus días. Desde hace cinco años su situación económica ha ido de mal en peor y si antes había escasez de productos básicos, ahora se puede hablar de la desaparición de muchos elementos de uso diario. Las fallidas políticas económicas y monetarias, como la dolarización parcial, han agravado los problemas de la economía insular llevándola a unos niveles de inflación insostenibles para los ciudadanos.
Desde el 2024, Cuba atraviesa además una grave crisis energética por las frecuentes averías en las centrales térmicas, que operan con un pésimo estado técnico y con décadas acumuladas de explotación, a lo que se suma la falta de divisas para importar el combustible con el que se produce la energía. La última jornada prolongada de apagones afectó de forma simultánea a cerca del 55% de la isla durante el horario de mayor consumo de energía, el de la tarde-noche. Previamente el servicio estuvo afectado 24 horas seguidas y alcanzó a perjudicar a dos tercios del país caribeño, incluida La Habana.
La falta de combustible importado afecta cada vez más a la isla. Si echamos la vista atrás, veremos que en épocas de Chávez, Venezuela empezó a suministrar al gobierno de Castro casi 100.000 barriles diarios de petróleo con grandes descuentos. Pero ese salvavidas fundamental para la economía cubana ha ido desapareciendo con el tiempo. Ahora Maduro solo estaba enviando unos 27.000 barriles diarios, es decir, una cuarta parte de la cantidad que recibía Cuba en el apogeo de Chávez. Con la decisión de Trump esta semana de bloquear los buques petroleros venezolanos, las cosas se pueden poner aún más difíciles para los cubanos.
En medio de esta penosa situación, se ha desatado un brote epidémico de arbovirus que ha enfermado a unos tres millones de cubanos y ha diezmado a la población de la isla. Los síntomas son severos, el pronóstico es desfavorable en el corto plazo y los muertos se acercan al centenar, aunque las cifras oficiales quieran mostrar que son menos. La reacción del gobierno ha sido demasiado lenta, lo que ha desesperado el ánimo nacional.
Y aunque todos los veranos suelen presentarse males como el dengue y el chikunguña, este año ha habido factores que se conjugaron para formar la tormenta perfecta: lluvias torrenciales en medio de los largos apagones, incontables vertederos de basura generadores de mosquitos y un sistema de salud con carencias de todo tipo que invitan a preguntarse por qué no se invierte en la compra de medicamentos y recursos que clama la sociedad.
Así las cosas, no es de extrañar que el malestar de la población vaya en aumento, lo que ha disparado las protestas. El Observatorio Cubano de Conflictos (OCC) contabilizó 1.326 de ellas solo en noviembre. El registro superó por quinta vez consecutiva su récord histórico, comparado con las 1.249 manifestaciones en octubre, las 1.121 en septiembre, las 1.023 en agosto y las 845 en julio. Todas han sido manifestaciones de indignación contra el régimen y de dolor por los estragos que ha dejado la epidemia.
La respuesta ha sido como siempre la represión: detenciones arbitrarias, retenciones ilegales en viviendas, abusos contra presos políticos, amenazas y citaciones policiales. Pero ya no se conforman con callar a quienes viven en la isla, sino que ahora apuntan a quienes los denuncian en el exterior. Según datos del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), la dictadura de Miguel Díaz-Canel amenazó directamente a 18 periodistas que viven y trabajan en el exilio, dando sus nombres y apellidos. Así consagran el método de usar listas negras para amedrentar a activistas exiliados en varios países.
Tan mal están viendo todo las autoridades cubanas, que el Partido Comunista (PCC) postergó su noveno congreso previsto para abril. Estos congresos del PCC, el único partido legal en Cuba, se celebran generalmente cada cinco años, salvo en circunstancias excepcionales, y estas parecen serlo. No es solo la crisis que están atravesando, sino la borrasca que se avecina.
Desde la pandemia, Cuba ha perdido al 10% de su población. La emigración masiva de jóvenes y la baja natalidad empiezan a hacer mella en el sistema. Al mismo tiempo, se da la coincidencia de un aumento en la esperanza de vida, como lo muestra el hecho de que Cuba cerró el 2024 con el 25,7% de su población por encima de los 60 años, convirtiéndose en el país más envejecido de América Latina. Para 2030, el 30% de la población será de adultos mayores. Esta combinación de factores presiona el sistema de cuidados, el mercado laboral y las políticas sociales, que sumados a la profunda crisis económica por la que pasan, no permiten vislumbrar un futuro halagüeño para la isla.