Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4
Mientras la subsistencia de Maduro y su círculo probablemente dependerá de su propia capacidad para resistir, el pueblo va a estar sometido a una presión diaria gigantesca.
Nicolás Maduro atraviesa una nueva crisis, tal vez la peor es sus más de 12 años al frente del régimen. El embargo del petróleo de Venezuela por parte de la administración Trump y la soledad en la que lo han dejado sus aliados, ofrecen la imagen de un tirano al que le queda poco tiempo y escaso margen de maniobra.
La campaña intensificada de la Casa Blanca para asfixiar los ingresos petroleros del régimen venezolano no solo incluye el bloqueo total de todos los petroleros sancionados que entren o salgan de Venezuela, sino también la designación del régimen como organización terrorista extranjera. Dependiendo de la frecuencia de las confiscaciones, las exportaciones podrían caer hasta la mitad, con lo cual se cortaría un salvavidas clave para la economía de Venezuela en el corto plazo.
El asunto es que 80% del crudo venezolano se envía a China, con lo cual, una caída de las exportaciones hacia Asia podría costar miles de millones de dólares anuales. Hasta ahora, el gigante asiático no había querido apoyar directamente a Venezuela para no tensar más las cuerdas de sus complejas relaciones con Estados Unidos, pero frente a esta jugada que lo afecta de manera directa, se espera algún tipo de reacción que proteja sus intereses. Como por ejemplo, que embargue los chips americanos de inteligencia artificial Nvidia que se producen en Taiwán.
Sin embargo, hasta ahora ninguno de sus aliados tradicionales, Rusia, Irán o la misma China, han mostrado disposición a apoyar a Maduro más allá de algunos llamados generales a la calma y a la no injerencia. Cada uno tiene sus propios frentes que atender y parece que no se quisieran complicar la vida con las tribulaciones del sátrapa venezolano.
Rusia, embarcada en unas negociaciones con EE. UU. que supuestamente buscan detener la guerra en Ucrania, ha desestimado la posibilidad de una ayuda militar y más bien estaría por la labor de establecer contactos directos con la Administración Trump para resguardar sus intereses y sus inversiones en Venezuela. Como bien demostraron los rusos en los casos de Siria e Irán, su capacidad para intervenir militarmente en situaciones de conflicto es poca.
En cuanto a los chinos, los apoyos resultan aún más limitados, porque no existen acuerdos públicos de Defensa entre Beijing y Caracas. Aunque Venezuela le compra armamento a su aliado asiático, la diplomacia del país oriental ha sido muy cautelosa con respecto a la posibilidad de mostrarse como parte de algún tipo de resistencia bélica. La suya es una relación más logística, económica y financiera, y difícilmente estarían dispuestos a desequilibrar el juego de tensiones que mantienen con Estados Unidos.
El colapso económico venezolano, la crisis interna desatada por los resultados fraudulentos de las elecciones del año pasado y el deterioro de su industria petrolera, han hecho que Pekín recalibre su apoyo a Nicolás Maduro. Es más, algunos analistas piensan que China estaría dispuesta a negociar con cualquier gobierno que eventualmente reemplace a Maduro, de manera que no quiere demostrarle mucho apoyo para que esto no le traiga consecuencias negativas cuando el régimen caiga.
Y en el caso de Irán tampoco se ve ningún tipo de favorabilidad hacia el líder bolivariano. Su cancillería se ha limitado a condenar verbalmente las acciones estadounidenses y a confiar en la capacidad de Venezuela para “defenderse por sí misma”. Todo apunta a que esta vez Maduro está más solo que nunca, porque esos países que en crisis anteriores jugaron un papel importante, ahora se limitan a declaraciones retóricas.
El panorama que se cierne sobre Venezuela y América Latina es bastante sombrío. Si la estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVESA) se llega a ver obligada a cerrar pozos y la actividad naviera se paraliza, los participantes del mercado se alejarán para evitar el riesgo de incautación. El país dejaría de percibir cientos de miles de millones de dólares que ya no estarían en circulación y convertirían la vida diaria de los ciudadanos en un penoso purgatorio. Esto podría inducir a que más venezolanos busquen refugio en otros países de la región, y Colombia sería el primer afectado.
Mientras la subsistencia de Maduro y su círculo probablemente dependerá de su propia capacidad para resistir, el pueblo va a estar sometido a una presión diaria gigantesca. ¿Cuánto más tienen que resistir los venezolanos para librarse de esta pesadilla? Ojalá el régimen tenga un gesto de generosidad y comprenda que ha llegado el momento de darle paso a la democracia que clama su pueblo.