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La expansión anticipada del Túnel de Oriente es un mensaje contundente de que, con voluntad, el sector público y privado pueden remar en la misma dirección para llevar a cabo grandes obras.
A pesar de su piel arrugada y su aislamiento entre escarpadas cordilleras, Antioquia y Colombia jamás se han dejado vencer. Al contrario, con ese espíritu recursivo que ya es común decir que caracteriza a los paisas, han hecho todo lo posible por buscarle la comba al palo, aplanar sus montañas, para poder conectarse con el resto del país y el mundo. Eso explica por qué hace 20 años Antioquia tenía apenas tres túneles y ahora no solo tiene 45 sino que tres de ellos están entre los diez túneles vehiculares más largos de Latinoamérica: el Túnel del Toyo, el Túnel de Occidente y el Túnel de Oriente.
Este último, que en apenas cinco años de operación, se ha convertido en el túnel con el mayor tráfico en Colombia, ahora la Gobernación de Antioquía nos da la buena noticia de su expansión anticipada. Esta segunda etapa buscará convertir en doble calzada la totalidad del corredor que conecta el Valle de Aburrá con el Valle de San Nicolás y el aeropuerto José María Córdova, y, por lo tanto, a Medellín con el mundo.
Pero sobre todo es un mensaje que tiene una alta carga simbólica. En un momento en el que el país discute sobre la desaceleración económica, el estrecho margen presupuestal del Gobierno Nacional y las confrontaciones innecesarias que han paralizado grandes proyectos de infraestructura vial, este anuncio se convierte en un mensaje contundente de que, con voluntad, el sector público y privado pueden remar en la misma dirección para llevar a cabo grandes obras que traigan bienestar y empleo, especialmente en estos momentos de desaceleración cuando más se necesita. En este caso, la Gobernación de Antioquia y el Grupo Argos y su empresa de concesiones Odinsa, son los socios de la buena noticia.
La noticia se da además porque ha sido tanto el éxito del túnel que ha superado de manera estruendosa sus propias estimaciones: hoy cada día usan el túnel 30.000 vehículos, una cifra que se esperaba para el 2032.
El sueño de un túnel para conectar al Valle de Aburrá con el Oriente Antioqueño es de vieja data. En los años 60, el entonces alcalde de Medellín, Jacques de Bedout, ya invitaba a los concejales a imaginar una “conexión vial subterránea y moderna entre los valles de Aburrá y San Nicolás”, defendiendo la necesidad de pensar en el “Medellín del año 2000”. Sesenta años después, los resultados de este túnel han demostrado que los antepasados tenían la razón: en cinco años de uso 42 millones de vehículos han saltado de Medellín a Rionegro en 20 minutos o menos.
Y aquí un dato que le puede interesar al presidente Gustavo Petro, o al menos sería bueno que lo tenga en cuenta a la hora de hablar sobre el tema para que no incurra en errores, para la expansión del túnel se invertirán más de 1,2 billones de pesos, todos recursos del sector privado, sin aportes del sector público. En su construcción, de tres años y medio, se moverá el empleo y la economía de la región un sacudón clave en momentos en los que los datos de crecimiento necesitan un empuje.
Durante el siglo XX, la inversión en transporte se mantuvo en promedio en un 1,0% del PIB. Sin embargo, con la introducción de las APPs y la participación del capital privado en el sector de infraestructura, a partir del inicio del siglo XXI, la inversión en transporte ha aumentado, alcanzando un promedio cercano al 1,5% del PIB, con un pico en 2012, cuando se invirtió un 2,4% del PIB en este sector.
Según una investigación de Fedesarrollo, un incremento anual promedio del 0,7% del PIB en inversión en infraestructura durante los próximos 10 años podría aumentar la tasa de crecimiento económico en un 1%, reducir el desempleo en un 0,8% y disminuir la pobreza en un 0,6%. Cada peso invertido en obras civiles genera un aumento de $2,25 en la producción nacional, $2,46 en salarios y $4,90 en impuestos.
Es por esto que es urgente que la Agencia Nacional de Infraestructura, el Ministerio de Transporte y otras entidades del Gobierno Nacional aceleren y destraben los grandes proyectos 4G e Iniciativas Privadas (IP) que actualmente están en el pipeline de desarrollo de infraestructura, y que han sido anunciados como prioridad por el propio gobierno.
Si estos proyectos han dejado de ser prioridad, no debería haber problema: los entes locales, como la Gobernación de Antioquia con el Túnel de Oriente, también son capaces de gestionar grandes obras.
Nos unimos al llamado del gobernador Andrés Julián Rendón para que, si el gobierno nacional no quiere o no puede terminar las obras pendientes para completar el corredor del Túnel del Toyo, que se las entregue al departamento de Antioquia; aquí encontraremos la manera de terminarlas.