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El “megaoperativo” para ocupar y extinguir bienes de la banda “la Terraza”, estructura criminal con más de tres décadas de existencia, revive la sentencia sobre la importancia capital que tiene el desmantelamiento de las redes financieras del crimen. La captura de jefes y capos del bajo mundo tendrá efectos limitados mientras no se impacte el corazón económico de organizaciones capaces de “reinventarse” y regenerarse si disponen de apoyo logístico, bienes y dinero.
El solo valor estimado de los muebles e inmuebles incautados aturde: 400 mil millones de pesos. Hay que reconocer la labor paciente y precisa de la Fiscalía y la Policía, para peinar la capas de semejante entramado delincuencial, con testaferros, capacidad de corrupción y una larga historia en el hampa de Medellín y Antioquia, que se había expandido a departamentos como Atlántico y Magdalena.
La Terraza, grupo criminal con origen en la zona nororiental de Medellín, es ejemplo además de cómo generacionalmente, incluso contra sucesivos golpes de la fuerza pública y en medio de guerras con otros clanes criminales, hay estructuras con 20, 30 y más años de existencia, en las cuales ante la caída de un jefe hay relevos inmediatos y continuidad en el mundo del hampa. Con pasmosa habilidad, se regeneran como hidras y se reinventan como empresas dedicadas a delinquir.
Este golpe muestra, además, la conexión y la migración que hay de dineros obtenidos mediante numerosas modalidades delictivas (sicariato, extorsión, expropiaciones, hurto de automores, “gota a gota”, microtráfico y narcotráfico) a actividades de edificación y renta inmobiliaria, de posesión de bienes de lujo, de lavado de activos y “empresarismos” que aparecen como legales, pero que son la fachada de peligrosas y dañinas estructuras del crimen organizado.
En el prontuario de esta banda están robos, a gran escala y en acciones temerarias, a carros de valores y edificios de apartamentos en los años noventa. Luego, también, la confrontación que sostuvo con la llamada “Oficina”, que dejó decenas de muertos.
El golpe dado a “la Terraza” por las autoridades, con el respaldo gubernamental de la Alcaldía de Medellín, señala parte del camino -no todo- que se debe recorrer en el desmantelamiento de superestructuras del hampa: descifrar la filigrana financiera con que se han edificado verdaderos imperios de las mafias en Antioquia y el país: el del narcotráfico, el del contrabando, el de la extorsión y los grupos de seguridad informales, el de los juegos de azar ilegales. Son numerosos.
Es lamentable que se descubra en estos entramados la posible participación de figuras públicas de distinta índole que, en vez de cuidar su significación social y el valor de sus trayectorias, caen en la tentación de dineros fáciles que tienen origen en delitos que abarcan y violan un amplio espectro del Código Penal.
Fueron 127 bodegas, 91 parqueaderos, 82 locales comerciales, 17 apartamentos, 14 lotes, 6 casas, 2 chalets y 1 finca los incautados. En torno a esos bienes, se movían empresas de inversiones inmobiliarias, boutiques, peluquerías, ferreterías, comercializadoras de belleza e incluso un polígono de tiro deportivo.
Nos sumamos a la frase de un académico consultado: “La lucha contra el delito debe ser persistente. El peor error es creer que el crimen está derrotado”. Hay que seguir llegando a la terraza financiera de estas estructuras delincuenciales.