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No solo la crisis de la covid-19, la “pospandemia” y la reactivación de la ciudad y sus motores socioeconómicos requerían afinar su Plan de Desarrollo para este cuatrienio. También las tareas que ya venían pendientes en materia de equidad, movilidad, calidad del aire, seguridad y otros. Estos tiempos reclaman la creación de un pacto ciudadano que haga seguimiento a la ejecución y cumplimiento del Plan de Desarrollo Medellín Futuro 2020–2023, del alcalde Daniel Quintero. Es urgente agilizar las obras públicas para reactivar la economía, generar empleo y brindar opciones de vida digna, máxime cuando se ven esas banderas (trapos) rojos que ondea en el territorio, como expresión de las enormes grietas de la inequidad en la ciudad, expuesta en toda su magnitud por la pandemia.
No es utopía pensar en un compromiso masivo ciudadano si se tiene como base el gran interés que generó la formulación del anteproyecto, (antes de la covid-19), el cual recogió propuestas de 12.000 personas, según cifras de la Alcaldía; número que subió a 27.000 en los debates virtuales del Concejo para su aprobación final.
Estas voces, sumadas a las académicas e instituciones de la sociedad civil como Medellín Cómo Vamos, Consejo Territorial de Planeación y, en su tramo final el Concejo de Medellín, que lo aprobó, moldearon un proyecto colectivo, orientado a la contención, administración y adaptación a la crisis, la recuperación del sistema productivo y la generación de unos 200.000 puestos de trabajo en obras macro como el metro de la 80, parque del río norte, Valle del Software, economía creativa, inserción laboral, viviendas de interés social, instituciones de salud y educativas y otras obras de infraestructura.
Aunque el documento final dista en muchos aspectos del programa electoral de Quintero a la Alcaldía, resulta más ambicioso, promotor de una ciudad de derechos y políticas públicas por el bienestar general.
El programa tiene un presupuesto de $22,8 billones, el más grande de la historia de la ciudad. Acertado que su primera línea estratégica, Reactivación Económica y Valle del Software, $1,1 billones de presupuesto, sean eje transversal y motor de los demás ejes del plan desde la ciencia, la tecnología y la innovación, relacionadas con Educación y Cultura, Medellín me Cuida, Ecociudad, Gobernanza y Gobernabilidad.
Importante que la mayor suma del presupuesto ($6,2 billones) esté destinada a Educación y Cultura, orientada a una formación educativa integral y de calidad para todos los habitantes, desde la primera infancia, a través del programa Buen Comienzo.
Hay que tener la lupa en la estrategia Medellín me Cuida ($4,2 billones), que ha sido presentada como herramienta tecnológica que permitirá al Estado interrelacionar con las familias y comunidades y conocer su situación para atender sus dificultades y demandas con ayuda pública, de manera práctica y urgente. Hay dudas y cuestionamientos que deben ser respondidos sobre su ajuste a las leyes de protección de datos, la confiabilidad en la reserva y resguardo de los datos, seguridad de la información y la protección a la privacidad e intimidad de las personas. Hasta ahora no ha habido respuestas suficientes.
Hacer de Medellín una ecociudad, ($4,4 billones de presupuesto) es un compromiso ineludible con la vida y salud pública. El esfuerzo debe centrarse en convertir la ciudad en un territorio libre de humos tóxicos, sin vehículos chimenea, públicos o privados y bajar al mínimo todo combustible fósil. Hay iniciativas que no admiten retrasos, una de ellas la extensión de la red de ciclorrutas y senderos peatonales, hoy indispensables por la crisis para moverse con el adecuado distanciamiento social. Debió mantenerse la promesa de campaña de construir, mínimo 120 km de ciclorrutas. El plan, luego de ajustes, se compromete con 54 km.