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La cruzada para acabar con el hambre

No podemos más que alentar la cruzada contra el hambre en Medellín y en Antioquia. Como en los mejores tiempos todos se echan al hombro la tarea de aportar.

02 de octubre de 2024
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  • La cruzada para acabar con el hambre

El hambre es un concepto difícil de comprender cuando no se sufre de verdad. Pasar hambre una mañana cuando se sabe que por la tarde o por la noche podrá saciarse no es hambre. Es apenas una prórroga del ejercicio de alimentarse o del placer de comer.

El hambre no es solo sentir el vacío que aprieta en el estómago, es sentir miedo de no saber cómo resolverlo. No saber si se puede acabar el hambre del instante, pero tampoco el de mañana por la mañana, ni el de pasado mañana. Mientras que el cerebro se la pasa embotado tratando de descifrar una solución.

Las cifras del hambre nos han puesto a los antioqueños ante un enorme desafío: el año pasado, en un 28% de los hogares de la ciudad no pudieron hacer las tres comidas por día, según la encuesta de Medellín Cómo Vamos. Y en Antioquia la situación es aún más dramática, cerca de 400.000 personas viven en pobreza extrema.

Cómo será el hambre de poderoso que una bebé que casi muere por bajo peso y desnutrición, en mayo pasado, en Sabanalarga necesitó luego dos meses de atención médica para salvarse. Y como ella, en el primer semestre de este año, ocho niños no lo lograron: fallecieron por desnutrición en el departamento.

Por eso no podemos más que aplaudir y alentar la cruzada general contra el hambre que se ha desatado en Medellín y en Antioquia en los últimos meses. Como en los mejores tiempos de la historia de la ciudad y de la región todos se están echando al hombro la tarea de aportar para acabar con el hambre.

El gobernador Andrés Julián Rendón, muy recién llegado, le pidió a la Asamblea Departamental que le diera permiso de utilizar hasta el 7 por ciento del impuesto vehicular, cerca de 324.000 millones de pesos para dar alimento a la población en pobreza extrema. Y dicho y hecho.

El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, fue el vocero encargado de presentar hace dos meses la “alianza Cero Hambre”, una iniciativa, como él la describe, de ciudad.

De ciudad significa que todo el mundo está metido aportando. Desde el distrito con sus equipos especializados para identificar en dónde está el hambre y destinando presupuesto para calmarlo; pasando por la empresa privada, fundaciones como Fraternidad Medellín, Conjugarte y Sofía Pérez de Soto; los bancos de alimentos que son los maestros en la materia y, sobre todo, ahora se ha unido un nutrido grupo de ciudadanas y ciudadanos que se han convertido en oportunas “madrinas” de este crucial propósito.

Esta cruzada paisa contra el hambre tiene varias novedades. Una de ellas es la que ha presentado el alcalde Gutiérrez como una innovación social y es el rescate de alimentos, con la que se busca mitigar el desperdicio de comida. Una plataforma que se llama Eatcloud que conectará empresas de alimentos, restaurantes, hoteles, supermercados y tiendas, con bancos de alimentos y organizaciones sociales para evitar que se pierdan menos alimentos y se utilicen de la mejor manera.

La otra novedad es la que podríamos llamar operación “madrina”. Que tiene mucho de simbólico: esa vieja historia fundacional de Antioquia, según la cual los paisas a punta de cooperativas y de ‘vacas’ construyeron mucho de lo mejor que tiene la ciudad y el departamento, ahora ha servido de inspiración para emprender esta nueva epopeya.

Hace cinco meses se reunió un numeroso grupo de personas y decidieron sumarse a la alianza Cero Hambre. Hoy son 170 “madrinas” que cumplen varias funciones: una de ellas es “reclutar tarjetas de crédito”, que consiste en lograr que se inscriban más personas para donar ya sea un aporte puntual o una mensualidad de 150 mil pesos.

Y con esas donaciones la Corporación Presentes entrega un bono alimentario a las familias más vulnerables para que puedan comprar un mercado proteico básico en la tienda del barrio –con lo cual también se mueve la economía local– que les ayuda a tener resuelta lo más básico de la alimentación.

Como ellos también están haciendo un monumental trabajo bancos de alimentos como Saciar, que está cumpliendo 25 años, el Banco Arquidiocesano de Alimentos, hasta personas anónimas como la que decidió en la Plaza Minorista evitar que se perdieran las donaciones y cada miércoles se hace una larga fila de personas con hambre que llegan para recibir alimentos.

Las “madrinas” también cruzan la ciudad para llegar a las barriadas más empinadas y con el soporte técnico de la Secretaría de Inclusión Social, para que las ayudas sí lleguen a quienes las necesitan, hacen contacto con las familias más vulnerables para entender y encontrar otras soluciones. La meta que se ha puesto es acabar con el hambre de 350.000 personas.

Todos los esfuerzos están sintonizados. Porque al final lo que buscan no solo es calmar el hambre sino construir una suerte de pegamento social y emocional para conectar en un buen propósito a las muchas ciudades que habitan el territorio de Medellín.

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