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Hasta hace un tiempo, la economía informal era una cuestión poco tratada en los estudios del Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, el organismo internacional ha ampliado la ventana por medio de la cual se asoma al mundo, con lo cual mejora la calidad y pertinencia de sus análisis. En un libro reciente (La fuerza laboral informal en el mundo: prioridades para un crecimiento inclusivo), el FMI se pone al día y reconoce que la cuestión ha estado desde hace mucho tiempo en el centro de los debates académicos y de política económica, tanto por su persistencia como por su relación con el desarrollo.
La informalidad es un fenómeno que analizar y medir. Hay, para comenzar, múltiples situaciones en las cuales se puede presentar. En algunos casos, se trata de una elección racional de los individuos o empresas, que buscan “engañar” al sistema para no pagar impuestos. Puede darse que los individuos sean muy pobres o carezcan de educación y habilidades para acceder al mercado laboral formal, a beneficios públicos y a servicios financieros. Por esa razón acuden a las actividades informales, como una red de apoyo para paliar su precaria situación.
Teniendo en cuenta esas complejidades, las cifras que aporta el FMI sobre la informalidad resultan alarmantes. Según ellas, cerca de dos mil millones de trabajadores (que corresponden al 60 % de la población empleada mayor de 15 años), están en el sector informal. El tamaño del sector informal correspondería a una tercera parte de la economía mundial.
Las cifras de informalidad laboral en Colombia, tomadas de un estudio reciente de Fedesarrollo, están en la misma línea de lo que se observa a nivel global. Antes de la pandemia, la informalidad tenía un nivel alto (64 % en la última década), aunque estaba bajando gradualmente. En el país la informalidad se concentra en el trabajo independiente (88 % de informalidad en comparación con el 35 % del trabajo asalariado).
Hay otras facetas importantes de la economía informal que se deben tener en cuenta. Aunque no todos los trabajadores informales son pobres, ni todos los trabajadores pobres están en el sector informal, hay una clara asociación entre la informalidad y la desigualdad. Esto se debe a que los trabajadores informales, que por definición no tienen contratos laborales ni protección social, y casi siempre son menos educados, tienen una alta probabilidad de ser pobres y de no tener condiciones decentes de trabajo, como las que se pueden obtener en el trabajo formal.
De otra parte, subraya el FMI, la informalidad está relacionada con la desigualdad de género. En dos de cada tres países de ingresos medios y bajos, las mujeres trabajadoras tienen una probabilidad más alta que los hombres de estar en el sector informal, ser peor pagadas y de encontrarse en una situación más precaria.
La pandemia destrozó muchas actividades formales e informales, en especial en los países en desarrollo, donde la mayoría de la población no está cubierta por las redes de protección social. La economía informal, y en particular el trabajo informal, se disparó en todo el mundo. Fue, finalmente, una forma de amortiguar la crisis. El problema es que es necesario proveer a los trabajadores con empleos decentes y facilitar a las pequeñas empresas el tránsito a la formalidad para que el desarrollo sea sostenible. En ese sentido, la pandemia reforzó la urgencia de superar ese estado de cosas, tanto que así lo reconoce el propio FMI