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El hoy ministro de Educación, Alejandro Gaviria, cuando se unió a la campaña de Gustavo Petro, dio como argumento de su decisión que sería mejor “una explosión controlada que embotellar el volcán”. Gaviria se refería a la necesidad de darles respuesta a las protestas sociales que en su mayoría eran promovidas por Petro.
Pero tal vez nunca pensó que lo que iba a explotar sin control era la economía. No se han completado los primeros 100 días del gobierno y las noticias de todos los días están alimentando una profunda preocupación por el rumbo económico del país.
La inflación está en su nivel más alto en 24 años, el dólar se descarriló y no encuentra techo luego de superar los 5.000 pesos, las tasas de interés están en 11% tras la decisión del Banco de la República de encarecer el crédito, y el precio de la gasolina seguirá subiendo, con lo cual presionará más el aumento de la inflación. La tormenta perfecta.
Para sumarle a la incertidumbre está la reforma tributaria que aprobó el Congreso con la que se espera recaudar 20 billones de pesos. El verdadero impacto se verá en 2023 cuando comiencen a regir los nuevos impuestos, y para entonces se sabrá qué tanto golpeará la inversión en el sector minero energético, donde Ecopetrol es un jugador estratégico.
También se sabrá el impacto en la inflación por los tributos a los productos ultraprocesados que venden supermercados y tiendas de barrio. Y se podrá confirmar si se hace realidad lo que el exministro Juan Camilo Restrepo llama “contradicción mayúscula”, y es que mientras por un lado el Gobierno les pide a las empresas de servicios públicos que bajen las tarifas de energía, por otro lado, según él, la reforma le impone tributos a la generación de energía eléctrica que encarecerá la tarifa hasta en 10%.
Y como si todo eso fuera poco también está el invierno. La bendita ‘niña’ para completar, literalmente, la tormenta perfecta. Muchas poblaciones están inundadas, sus cultivos anegados y el ganado tratando de sobrevivir; razón por la cual el gobierno tuvo que hacer una declaratoria de desastre nacional para poder hacer traslados presupuestales y atender las necesidades de los afectados.
¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿Vamos a alcanzar los niveles de Argentina que marca inflación de más del 50% interanual o de Venezuela que ha llegado a niveles de 114%? Puede sonar exagerado, pero en esos países también vivían con cierto bienestar antes de que se comenzaran a tomar medidas desastrosas para la economía.
Lo cierto por ahora es que el gobierno no ha sabido leer bien lo que está pasando, o no ha querido, y en lugar de calmar las aguas alborota la tempestad con declaraciones que no son acertadas, como suspender los nuevos contratos de exploración de petróleo, uno de los sectores que más genera ingresos a la nación, lo que ha impactado el precio del dólar. Unos días dicen que sí los van a suspender y otros días dicen que no. De manera que la incertidumbre se mantiene.
En cuanto al precio del dólar, si bien, la mayor devaluación afecta a muchos países, en el caso colombiano ha sido más fuerte, del 27% en lo corrido del año, similar a la de Argentina, un país que vive en crisis permanente. Y sobre todo el fortalecimiento de la divisa ha sido más acentuado en los últimos tres meses desde que se posesionó Gustavo Petro.
La diferencia se debe en parte a que muchos colombianos con temor por el gobierno que se podía venir corrieron a poner su dinero en dólares, pero también a esa manía del presidente Petro de estar trinando sin mayor reflexión. Son muchos los ejemplos, y ya la banca de inversión JP Morgan advirtió que los trinos del presidente estaban haciendo vulnerable al peso colombiano.
¿Qué puede pasar en medio de este escenario tan complicado? Tanto los organismos internacionales como las autoridades colombianas han advertido que nos debemos prepararnos para un aterrizaje que por lo visto no será suave sino un barrigazo. Este año, a pesar de los vientos en contra que están soplando con fuerza, la economía colombiana crecerá alrededor del 7%, mientras que el desempleo se mantendrá entre el 10 y 11%.
Pero para el 2023 hay que amarrarse bien el cinturón porque los analistas estiman que el crecimiento sería del 1%, lo que llevará, sin duda, a un aumento del desempleo y la pobreza. Si no se toman las medidas adecuadas el impacto de este coctel explosivo se sentirá en 2024 con los menores recaudos tributarios por la fuerte desaceleración económica del año entrante.
Frente a este panorama el gobierno tiene dos opciones: seguir por el mismo rumbo, con lo que podría llevar la economía hacia un despeñadero, o dar un timonazo, empezando por anunciar que no castigará más al sector minero energético, que pagará más impuestos el año entrante.
Otra noticia que ayudaría a calmar los mercados es un compromiso para disminuir el descuadre en las finanzas públicas, lo que implica que no puede gastar a manos llenas, ni anunciar nuevos subsidios, como si estuviéramos en época de bonanza. También pesará la discusión del salario mínimo, donde se espera un aumenta racional, de acuerdo con las circunstancias que vive el país.
Los próximos meses nos dirán qué camino coge el gobierno. El comportamiento del dólar será el termómetro que indicará si baja la temperatura de la economía o la fiebre sube sin control .