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La tortura de los guardianes de las redes

La dimensión del asunto no es nada pequeña. Diariamente se publican en promedio 40.000 mensajes de abuso sexual a niños y 35.000 de suicidios o autolesiones en estas redes sociales. Un dato alarmante.

14 de octubre de 2023
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  • La tortura de los guardianes de las redes

Durante esta semana dedicada a la salud mental surgió un tema sorprendente sobre el que no se ha hablado lo suficiente y es el de aquellos trabajadores que tienen la difícil misión de moderar los contenidos de plataformas como Facebook o Instagram eliminando todo aquello que se considere inadecuado. Son una especie de arqueros que evitan que una cantidad de locos y desadaptados inunden las redes de mensajes, fotos y videos de asesinatos, desmembramientos, torturas, violaciones, abusos sexuales a niños, suicidios, y un aterrador etcétera. Su trabajo, que busca ahorrarle perturbación al mundo, tiene un costo muy alto para ellos en términos de su propio bienestar.

El abismo de excesos al que se tienen que asomar quienes filtran el contenido de las redes, la mayoría de ellos desde países en desarrollo, haría pensar en un apoyo psicológico y una formación inquebrantable para asumir retos de esta magnitud, pero la realidad dista mucho de esta aspiración. Quienes afrontan este tipo de trabajo padecen efectos perturbadores como estrés postraumático, ansiedad, insomnio, depresión o intentos suicidas.

Y la dimensión del asunto no es nada pequeña. Mark Zuckerberg, propietario de Facebook (ahora Meta), tiene contratados a 40.000 empleados en las tareas de control de contenidos, que operan desde veinte centros repartidos por el planeta. Meta, propietaria de Facebook, WhatsApp, Instagram, Oculus y otras firmas, retiró sólo en el segundo semestre del año pasado 7,2 millones de contenidos sobre abuso sexual a niños, 6,4 millones relacionados con suicidios o autolesiones, 17,5 millones de discursos de odio y la lista sigue.

Es decir, al día en promedio se publican 40.000 mensajes de abuso sexual a niños y 35.000 de suicidios o autolesiones en estas redes sociales. Un dato alarmante.

Esas cifras, además de dar una idea de la labor titánica a la que tienen que enfrentarse estos guardianes de las redes, reflejan el grado de desequilibrio e insania con el que se mueven amplias capas de la población. Que tantas personas crean que sus desvaríos son dignos de ser compartidos en redes con el resto de la humanidad es bastante perturbador. Y a la vez nos hace preguntarnos por qué falla el control de acceso, cómo es posible que semejante contenido pueda siquiera asomarse al metaverso. Es el rostro de una sociedad que ya vive en la distopía.

Según una amplia investigación realizada el año pasado por la revista del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), y publicada a través de varios reportajes, en el mundo se está desarrollando un “colonialismo de la inteligencia artificial” de parte de grandes compañías de la industria sobre colaboradores de países en desarrollo, que trabajan en condiciones precarias.

En España se sabe de una empresa moderadora de contenidos que tiene más de 2.000 empleados. Al menos un 20% de la plantilla ha tenido que retirarse temporalmente debido a los traumas que han desarrollado. En sus informes médicos hay estrés postraumático, ansiedad, insomnio, depresión o intentos de suicidio. En Latinoamérica hay mucho “terrorismo”: vídeos que cuelgan grupos criminales, con torturas y ejecuciones salvajes, para amedrentar.

Comenzar cada turno y encender el computador, es abrir una ventana al infierno. Para muchos latinoamericanos que han llegado a vivir a la península ibérica, la oferta de trabajo es bastante tentadora, pues no piden ninguna formación o experiencia, pagan bien y al escuchar nombres como Facebook sienten que están entrando en un gigante de la tecnología. Pero nadie les informa del volumen y la dureza del contenido al que serán expuestos.

Tras varias semanas de contemplar “lo peor de los humanos”, empiezan las pesadillas, el insomnio, las ensoñaciones violentas. Hasta que llega el primer ataque de pánico. La gente aguanta porque necesita el dinero, pero nadie está preparado para contemplar un suicidio en directo e inmediatamente seguir con el siguiente contenido como si no hubiera pasado nada. Y el que aguanta tendrá que seguir bajo tratamiento psiquiátrico en algún momento.

Ya han empezado las demandas contra estas big-tech. Varios empleados las han acusado de delitos contra los derechos de los trabajadores, de lesiones por imprudencia grave y contra la integridad moral. Consideran que las empresas son plenamente conscientes de lo que ocurre, que están generando masas de jóvenes enfermos, pero no se responsabilizan ni hacen nada para remediarlo.

En Irlanda, donde Meta tiene su sede europea, 35 moderadores han presentado demandas ante el Alto Tribunal. En EE.UU., donde existe la demanda colectiva, en el 2020 Facebook indemnizó con 52 millones de dólares a más de 11.000 moderadores. En Kenia, otros 184 han denunciado a Meta y a dos empresas subcontratadas.

No hay excusa para que los responsables de las plataformas no hayan establecido mejores controles previos para que estos contenidos malsanos sean bloqueados antes de su difusión, y no cuando ya están en las redes. Los señores Mark Zuckerberg y Elon Musk tienen una deuda inmensa con la humanidad. Por momentos, se parecen a estos personajes malignos de las películas de ciencia ficción que hacen daños en la humanidad.

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