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Pocas instituciones tienen la longevidad y las profundas raíces que tienen las universidades. Las más antiguas (Coimbra, Oxford, Salamanca, París) han sobrevivido a plagas, incendios, guerras y revoluciones. Aun así, la pandemia del covid-19 está poniendo al límite la capacidad de adaptación y resistencia de las universidades en todo el mundo, y Colombia no es la excepción.
Por su naturaleza las universidades congregan a miles de estudiantes, profesores y trabajadores, una característica que las expone al contagio. La vulnerabilidad llevó a que muchas de ellas en Colombia, ante las primeras noticias acerca de la rápida difusión de la enfermedad, comenzaran a prepararse para lo peor y redujeron la afluencia de la comunidad universitaria a los campus. El 25 de marzo, con la declaratoria de las medidas de confinamiento cerraron sus puertas, textualmente, hasta nueva orden.
Con un semestre académico en marcha, las universidades fueron obligadas por las circunstancias a acudir a la educación en línea para no comprometer su actividad pedagógica. No ha sido un proceso fácil, entre otras razones por el ritmo vertiginoso que ha tenido el desarrollo de los acontecimientos. Algunas universidades estaban más preparadas que otras para tener un campus digital y contaban desde desde hace un tiempo con plataformas que garantizaban el acceso de los estudiantes a los cursos en línea. No es el caso de la mayoría que debieron ajustarse y hacer inversiones millonarias para permitir que pudieran estudiar en casa.
Sin embargo, el paso a la formación en línea no es fluido para algunos tipos de enseñanzas y la adaptación ha sido traumática. Las facultades de ingeniería, por ejemplo, requieren que los estudiantes tengan a su disposición un costoso material informático de punta (Matlab, SAS) para que hagan sus trabajos prácticos. Para nada es claro qué puede pasar con los laboratorios que son la base de la enseñanza de algunas materias (química, física, entre otras), ni para carreras de las ciencias de la salud que requieren, en algún momento, el contacto con pacientes reales. Sin dejar de mencionar que muchos de los estudiantes que han retornado a sus hogares por fuera de las grandes ciudades, a veces no tienen computadores o acceso a los operadores de telefonía celular o, simplemente, no tienen un buen internet.
En medio de todas esas vicisitudes el primer semestre se está cerrando, con quejas y descontento de algunos estudiantes y profesores que no han tenido una buena experiencia y temen por la calidad de la educación en línea. Con la inminencia del siguiente semestre se acerca el segundo tiempo de esta crisis que agudizará otro tipo de problemas estructurales como la reducción de las matrículas y las dificultades de las universidades públicas y privadas.
Los procesos de admisión para el segundo semestre de 2020 ya develaron que la crisis económica que acompaña a la sanitaria golpeará las finanzas de las universidades. La mayor caída de las matrículas de nuevos estudiantes por la crisis económica es un hecho, así como el aumento de la deserción. Varios desafíos para las universidades que, ante la realidad de la permanencia del virus deben profundizar y mejorar en su experiencia de la educación en línea aún si les autorizan su reapertura controlada, competir con esa oferta de las universidades extranjeras, al tiempo que se avizoran dificultades financieras. El tema de fondo es que se les necesita como nunca por las contribuciones que pueden ofrecer para superar la crisis, pero al mismo tiempo la comunidad debe reconocer y entender los esfuerzos y riesgos financieros que enfrentan. La academia también necesita de todos