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El éxito de la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTeI), cuyo decreto de reglamentación deberá ser firmado los próximos días por el presidente, Iván Duque Márquez, para iniciar actividades en enero, estará en que el mismo sea asumido como un proyecto de país, una apuesta de Estado, con políticas y recursos definidos y proyectados en el largo plazo, sin importar quién o qué partido gobierne en la Casa de Nariño.
En la sociedad de las tecnologías, la innovación, la información, la ciencia y la competitividad global, Colombia no puede seguir convertida en una fábrica de cerebros fugados, profesionales extraordinarios, que por falta de oportunidades para ejecutar sus proyectos terminan como gestores de grandes avances sociales, tecnológicos, científicos, económicos y de bienestar general en las naciones más avanzadas del planeta.
Una de los mensajes que dejaron los comicios pasados fue la conquista de buena parte del poder local por aquellas propuestas que consideran posible superar las diferencias económicas, sociales y culturales, desde estrategias basadas en la multiplicación de las oportunidades derivadas de la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación.
El mundo cree en Colombia, en su capacidad de resiliencia y las enormes potencialidades innovadoras de sus gentes, no de otra forma se hubiese escogido a Medellín como uno de los centros de la IV revolución industrial en el mundo.
La ciudad, sin duda, podrá ser partícipe y beneficiaria de las políticas trazadas por el Ministerio de CTeI, sus logros, compromisos, desafíos innovadores, técnicos y científicos le dan esa fortaleza. La sede de la IV revolución industrial comparte escenarios con Ruta N, empresas internacionales con altos componentes científicos y tecnológicos, que se proyectan desde la ciudad para el mundo, gracias al convencimiento de unas autoridades locales de que consideran que la educación es quizá el más grande motor de construcción de sociedad y bienestar general.
Medellín invierte el 2,27 % de su PIB (alrededor de $1,4 billones) en ciencia y tecnología, la meta es llevarla al 3,0 en 2021; en el cuatrienio fueron casi cinco billones de pesos en sus planes educativos, algunos de alcance regional, como el Instituto Tecnológico Metropolitano, uno de los centros de educación superior con mayor proyección de futuro en Antioquia y el país.
Elevar a Colciencias a la categoría de ministerio, no puede significar que estemos burocratizando la política de ciencia, sino metiéndole ciencia a la política. El desarrollo tecnológico y científico del país no necesita burocratización, exige inversión y una apuesta institucional por esa tarea.
Desde el Ejecutivo, el Ministerio de la CTeI tendrá que ser la voz de la ciencia y los investigadores en el consejo de ministros y el Legislativo; defender y multiplicar los recursos para todos sus proyectos e investigaciones en el corto, mediano y largo plazo; también protagonista de la cooperación internacional, trazar y dirigir el Plan Nacional de CTeI y velar para que este se aplique de manera articulada con la Universidad, el sector privado, el Estado y la sociedad.
El ministerio debe alcanzar mayor participación en la distribución de regalías para masificar los programas y conocimientos tecnológicos en las regiones, con énfasis en el campo, e incidir en aquellos ministerios clave para ejecutar las políticas científicas realmente le permitan a Colombia ser líder regional y global.
Queda el interrogante de si la creación del nuevo ministerio recoge el clamor de los estudiantes universitarios, tecnólogos, rectores, investigadores y científicos, por mayores recursos para fortalecer la educación superior y la investigación pública en el país.