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María Corina Machado encarna una causa que trasciende fronteras: la defensa pacífica y democrática de la libertad. Sin empuñar un arma, ha movilizado a un pueblo que se resiste a dejar de soñar con una Venezuela libre.
El Premio Nobel de Paz que recibió María Corina Machado no solo es un reconocimiento a su valiente y heroica lucha, sino también es el golpe más demoledor dado en el mundo contra la dictadura de Nicolás Maduro.
“María Corina nos devuelve la fe en una virtud antigua y olvidada de la humanidad: la del heroísmo”, escribió recientemente el mexicano Enrique Krauze. Y así es, cuando ya casi no creíamos en héroes, apareció María Corina como una suerte de Juana de Arco de la época de las redes sociales: ambas se aferran a la convicción de quien lucha contra lo imposible, sostenidas por una fe que no depende del poder sino de la certeza interior de estar haciendo el bien.
El Nobel es, además, un símbolo. Noruega —y con ella buena parte de Europa y de Occidente— se ha puesto de pie para ovacionar a Machado por su defensa de la libertad.
Pero el galardón también es un mensaje con una carga de profundidad política sin precedentes contra Nicolás Maduro y contra quienes se han hecho los de la vista gorda con la dictadura, como el presidente de Colombia, Gustavo Petro.
Pero el galardón también envía un mensaje político inequívoco a Maduro y a quienes, dentro y fuera de la región, han preferido guardar silencio frente a su régimen, entre ellos el presidente colombiano Gustavo Petro.
Y el golpe no viene de Washington, sino de Noruega, el país europeo que tal vez más ha creído y apoyado el llamado “progresismo” de América Latina. Maduro encajó el golpe. Tanto que ayer anunció el cierre de la embajada de Venezuela en Noruega. Una demostración más de su tiranía: no acepta la oposición, no la deja ser y ataca a quienes la reconocen.
María Corina, la líder de la oposición democrática vive en la clandestinidad en Venezuela desde las elecciones de julio de 2024 en las que Nicolás Maduro se declaró vencedor sin aportar pruebas, mientras el movimiento opositor, en cabeza de Edmundo González, presentaba actas de votación que reflejaban su triunfo.
Pero la historia de la lucha de María Corina se remonta a principios de este siglo cuando comenzó su enfrentamiento con un chavismo aferrado al poder desde 1999 y responsable último de la huida del país de casi ocho millones de venezolanos.
A medida que las condiciones de vida se hacían asfixiantes en Venezuela y que menguaban las libertades, Machado comenzó a ser más y más popular, lo que le granjeó una persecución tenaz que ha incluido amenazas a su vida y a su familia, acoso por parte de las fuerzas de seguridad para impedirle hacer campaña y finalmente no la dejaron ser candidata. Pero ella no se rindió, se echó al hombro al septuagenario Edmundo y con él lograron la mayoría de votos.
Desde las elecciones de julio del año pasado, el régimen se ha hecho más drástico. En cuestión de semanas, más de 2.000 venezolanos fueron encarcelados, Edmundo González tuvo que asilarse en España y María Corina en la clandestinidad. Pero también Maduro ha quedado más aislado y ahora vive bajo la presión de Trump que ordenó desplegar en el Caribe una flotilla militar para combatir el narcotráfico, asunto que le quita el sueño al dictador, pues Washington lo acusa de ser el jefe de una organización narcoterrorista.
El Premio Nobel legitima el trabajo de Machado y da un impulso para todos los venezolanos que buscan el cambio, los invita a perseverar y a ser valientes en su defensa de la democracia. Y a la vez, le pone las cosas más difíciles al régimen porque le costará más desprestigiarla o hacerle daño.
El Comité Noruego del Nobel, además, utiliza por primera vez el término “dictadura” para referirse a Venezuela. La misma Noruega que ha trabajado durante años para mediar en el conflicto, pero siempre se encontró con el ninguneo o las evasivas del gobierno venezolano, que le prometía una cosa y luego terminaba haciendo otra. El desprestigio de Maduro se consolida a nivel internacional y reduce a la mínima expresión su figura en el tablero de la política mundial.
En cuanto a los validadores del régimen, por más frases populistas, arengas y tuits que lancen, la realidad los está golpeando en la cara. Hasta Cuba, cuya amistad se forjó en tiempos de Hugo Chávez y Fidel Castro, ha tenido que reconocer que su apoyo a Venezuela es solamente político. Puede que sigan los intercambios en sectores como la salud, el deporte o la educación, pero el envío de petróleo a la isla se ve cada vez más disminuido. Cuba seguirá apoyando al régimen de Nicolás Maduro porque tiene mucho que perder si su aliado deja el poder, pero sus capacidades son muy limitadas.
María Corina Machado encarna una causa que trasciende fronteras: la defensa pacífica y democrática de la libertad. Sin empuñar un arma, con la convicción del deber público y con la esperanza como estandarte, ha logrado movilizar a un pueblo que, pese al miedo y la represión, se resiste a dejar de soñar con una Venezuela libre..