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Leyva ha hecho méritos hace rato para estar por fuera del gabinete. Pero con el episodio de esta semana parece haber pasado la raya.
No es fácil entender por qué Colombia tiene aún como canciller a Álvaro Leyva. Es más, con todo lo que ha ocurrido, ya parece un gesto descortés e indolente de parte del presidente Gustavo Petro con el país.
Leyva ha hecho méritos hace rato para estar por fuera del gabinete. Pero con el episodio de esta semana parece haber pasado la raya. El hecho podría ser una pelea relativamente rutinaria entre altos funcionarios: el canciller increpó a la directora de la defensa jurídica del Estado, Martha Lucía Zamora, en plena Casa de Nariño. Y eso amerita un debate.
Pero lo que parece más cuestionable es que Leyva –según publicó el periodista Daniel Coronel– le habría dicho: “A mí qué me importa que condenen al Estado”. Luego habría ratificado su tono desobligante: “Cuando salga el resultado de ese pleito ya voy a estar muerto”. Dicho en otras palabras, que se friegue el país. Que manda a decir el canciller Leyva que qué importa si toca pagar más de 100.000 millones de pesos –de los impuestos de todos los colombianos– si se pierde el alegato, pero que por encima de todo hay que defender la ocurrencia del Presidente. El rifirrafe entre Leyva y Zamora se produjo porque el Gobierno se metió en camisa de once varas al declarar desierta la licitación de pasaportes. En teoría, la firma Thomas Gregg and Sons (TGS) cumplió todos los requisitos, sacó la máxima puntuación, pero a Petro le pareció que no se podía entregar por tratarse de un único oferente, por eso dio la orden de declarar desierta la licitación y el canciller cumplió el deseo del mandatario a rajatabla. A Petro y a Leyva se les olvidó un pequeño detalle, y es que la Ley 80 todavía rige en el país, y permite que se entreguen contratos con un único oferente en juego. Razón por la cual la firma TGS ni corta ni perezosa radicó una petición ante la Procuraduría pidiendo que se revoque la declaración de desierta de la licitación y que se le adjudique el contrato, o de lo contrario se condene a la Cancillería a pagar 117 mil millones de pesos. La idea de Zamora y del comité jurídico es conciliar, porque una eventual demanda, consideran ellos, se perdería. Pero el canciller Leyva piensa lo contrario, que no deben conciliar, y por eso le reclamó a Zamora porque “no cuida al Presidente”.
Por supuesto que no es bueno que haya un único oferente para una licitación de 600.000 millones de pesos, como la de pasaportes. Todos quisiéramos que muchas firmas compitan por un contrato para hacer el concurso más transparente y más eficiente para el Estado. Pero esa es la ley que hoy nos rige, esas son las exigencias de un estado de derecho, y no podemos ir cambiándola por decisión de un gobernante. Álvaro Leyva ha tenido el privilegio de ocupar durante 50 años varios puestos de honor en el Estado, por eso no nos puede salir ahora con que “no importa que condenen al Estado”. Se le olvida a Leyva que las instituciones están por encima de las personas, por más altos cargos que tengan.
Más allá del episodio de esta semana, vale recordar que no son pocas las polémicas en las que se ha metido el canciller Leyva. En esa tarea que se ha impuesto de “cuidar al Presidente” se le han ido ya varias veces las luces. Como cuando nombró como embajador de Colombia en México a Moisés González Ninco, quien nunca debió llegar a ese cargo, según un fallo reciente que ordenó sacarlo. El canciller Leyva no solo lo nombró sin tener experiencia alguna, sino que lo mantuvo a pesar de las denuncias de cinco funcionarios de esa embajada por acoso laboral. Debe ser que como González Ninco trabajó en comunicaciones de Gustavo Petro, el canciller Leyva entendió que mantenerlo contra viento y marea en ese cargo era “cuidar al Presidente”. Pero eso no es todo, la Cancillería está rota por dentro, al punto de que están teniendo que hacer talleres especiales para mejorar el ambiente laboral. La prioridad a la carrera diplomática que prometieron en campaña no se ha visto. Ni siquiera el Director de la Academia Diplomática es de carrera, y varias direcciones de la Cancillería, desde las cuales se manejan temas claves de la política exterior, o están vacantes o en manos de inexpertos, con muy contadas excepciones.
Y en política exterior no está siendo muy diplomático que digamos con países claves. Al caso del embajador fallido en México, y al caso Benedetti, también fallido en Venezuela, hay que sumar que la embajada en Chile está vacante hace casi un año. ¿Si es así con los gobernantes amigos –AMLO, Maduro y Boric–, cómo será con otros países? En Perú, por ejemplo, tampoco tenemos embajador por no querer dialogar con la presidenta que reemplazó a Castillo. ¿Qué irá a pasar con nuestra embajada en la Argentina de Milei?
Por no hablar de lo migratorio. La modernización del sistema de pasaportes y de Migración Colombia en el aeropuerto, que se había logrado de la mano de la Cancillería, se ha visto estar echando para atrás. Las insoportables filas que han denunciado en las últimas semanas en redes sociales así parecen demostrarlo.
Como si fuera poco, desde cuando llegó al palacio de San Carlos, Leyva ha sido blanco de críticas por presuntos impedimentos no declarados. Uno, con respecto a la firma de su familia que hace trámites para nacionalizar a colombianos en el exterior. Y otro, a sus hermanas las han visto activas en misión diplomática, como cuando fueron con el entonces ministro de Cultura Jorge Zorro y con la primera dama, Verónica Alcocer, a Caracas, a reunirse con el presidente Nicolás Maduro.
Es lamentable que en un puesto en el que se necesita defender al país y las instituciones, el hombre a cargo se haya dedicado a proteger al Presidente sin importar el sacrificio que le implique al país..