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Qué dejan 3 años de guerra en Ucrania

El mundo de antes del 24 de febrero de 2022 ya no existe. Ahora, el reto es cómo construir un nuevo orden mundial que ayude a terminar esta guerra y evite que se repitan.

15 de febrero de 2025
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  • Qué dejan 3 años de guerra en Ucrania

El próximo 24 de febrero se cumplirán tres años de la invasión rusa a Ucrania que rápidamente produjo la respuesta de este último país y se convirtió en la peor guerra de lo que va del siglo XXI. El mundo no sabe cuál será su final, pero lo que sí tenemos claro es que la historia recordará esta guerra no solo como una tragedia para Ucrania, sino como un punto de inflexión en el equilibrio de poder global.

Un solo dato muestra la dimensión de lo que ha ocurrido hasta ahora: Ucrania ha visto reducir su población de 52 millones cuando se independizó en 1991 a 32 millones en 2024. Veinte millones de personas han salido despavoridas de esta nación.

El costo humano del conflicto ha sido devastador. Más de un millón de personas, entre militares y civiles, han muerto o han resultado heridos, según datos de septiembre de 2024: 600.000 rusos y 480.000 ucranianos.

Rusia ha invertido sumas colosales en su máquina de guerra. Un estudio del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos reveló que, en el último año, Putin destinó 462.000 millones de dólares a defensa, superando el gasto en ese rubro de toda Europa. El monumental esfuerzo financiero le ha mermado, en 2024, las reservas de oro a su país a la mitad.

Ucrania, por su parte, ha visto devastada gran parte de su infraestructura. Se estima que cerca del 18% de su territorio está bajo ocupación rusa, incluyendo regiones clave para la industria y la agricultura. La destrucción de plantas de energía y redes de transporte ha paralizado sectores enteros de la economía ucraniana, llevando a muchos a la pobreza.

Hoy la guerra, según los entendidos, está en un punto muerto, de intensos combates y desgaste significativo en ambos bandos. En la región de Donetsk, por ejemplo, continúa la guerra encarnizada, los ucranianos muestran signos de agotamiento y desmoralización. Muchos quieren ya la paz ante la superioridad numérica de un ejército ruso reforzado. Para Rusia tampoco está fácil porque su economía muestra signos de debilitamiento por las sanciones internacionales que se han mantenido y la prolongación del conflicto.

Ahí entra en juego la aparición esta semana del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que abrió un diálogo con su homólogo ruso, Vladímir Putin, y luego llamó al ucraniano, Volodímir Zelenski, con el ánimo de poner fin a la guerra. “Trabajaremos juntos muy de cerca –dijo Trump refiriéndose a Rusia y Estados Unidos–. Pero primero, como acordamos, queremos parar las millones de muertes que están teniendo lugar en la guerra de Rusia y Ucrania”.

Sin embargo, estas primeras conversaciones han generado críticas debido a las concesiones propuestas a Rusia, antes de sentarse a negociar la paz, que incluye la aceptación de la pérdida de territorios ucranianos, garantías de seguridad que podrían favorecer a Moscú y el hecho de que excluyen a Europa de las decisiones clave. John Bolton, que fue asesor de seguridad de Trump en su primera presidencia y que ahora es uno de sus más férreos críticos, califica esta acción como una “rendición ante Putin”.

La guerra en Ucrania se ha convertido en el conflicto más trascendental de lo que va del siglo XXI en términos de impacto geopolítico y militar. Desde la invasión de Irak en 2003 no se había visto un conflicto de esta magnitud, pero la diferencia es que esta vez involucra a una potencia nuclear enfrentándose a un país europeo respaldado por Occidente.

La guerra ha reconfigurado alianzas, fortalecido la OTAN y llevado a un aumento del gasto militar en Europa sin precedentes desde la Guerra Fría. Asimismo, ha evidenciado la creciente polarización entre democracias occidentales y potencias autocráticas como Rusia y China.

Asimismo, el conflicto ha desatado una crisis energética y alimentaria global. En sus primeros meses, la interrupción de exportaciones de trigo desde Ucrania y las sanciones contra Rusia desestabilizaron los mercados. Además, la guerra ha obligado a la Unión Europea a diversificar su suministro de gas, reduciendo su dependencia de Moscú.

En términos militares, la guerra ha demostrado la importancia de las nuevas tecnologías en el campo de batalla. Drones, guerra electrónica y sistemas de defensa aérea han redefinido las estrategias de combate, sentando precedentes para futuros conflictos. A su vez, ha expuesto las vulnerabilidades de los ejércitos convencionales y la dificultad de sostener campañas prolongadas en una guerra de desgaste.

El mundo de antes del 24 de febrero de 2022 ya no existe. Ahora, el desafío es cómo construir un nuevo orden internacional que ayude a terminar esta guerra y sobre todo evite que conflictos como este se vuelvan a repetir.

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