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Tal como habían anticipado los gremios económicos y del sector productivo y comercial, la flexibilización de las normas de confinamiento, luego de las cuarentenas adoptadas para proteger la salud ante la pandemia del covid-19, ha traído mejores cifras para la reactivación económica del país y, directamente, para la disminución del desempleo, uno de los factores negativos más críticos sobrevenidos con la pandemia.
Es claro para todo el mundo que la pandemia y la interrupción de las actividades de miles de sectores económicos –obligada por la necesidad de proteger la salud colectiva e individual tanto de los ciudadanos en general como de los propios trabajadores– implicó un rompimiento abrupto de los ciclos de normalidad laboral, económica y productiva. Este año y su alerta mundial sanitaria marcará la discontinuidad radical de las líneas de empleo, tanto formal como informal, convertidas a color rojo y en caída libre por factores cuya causa no deriva de políticas gubernamentales erróneas. Las políticas gubernamentales sí serán, en cambio, claves para reconducir la situación económica y social de ese desempleo masivo sobrevenido y, en lo posible, revertirla para volver a la tendencia pre-pandemia.
Mayo de 2020 marcó la mayor señal de alerta, con una tasa de desempleo del 21,4 %. Fue el mes subsiguiente a la declaratoria de emergencia económica y social, a los confinamientos estrictos y al cierre de buena parte de la actividad económica en el país. Con el paso de los meses hubo una apertura progresiva y eso se ve en que ahora, según el Dane, desde abril hasta octubre se han recuperado ya 4.700.000 puestos de trabajo, y para octubre, dato revelado anteayer, el desempleo está en 14,7 %, que es el mismo índice de octubre de 2011-2012. Medellín supera el promedio nacional (16,9 %) y Bogotá también, con el 19,1 %.
Puestos a ver el vaso medio lleno, no puede dejarse de mirar con alivio esta recuperación de empleos, que abre vías de esperanza para una gran masa de población que se encuentra buscando trabajo, y para el Gobierno en la medida en que paulatinamente se van descomprimiendo bolsas de presión social, para lo cual también han servido los diversos programas de estímulo y ayudas directas definidas desde el primer semestre.
Dentro de las líneas de preocupación, subsisten las de la informalidad y las de las brechas de género. Los empleos que se han creado han sido, según los datos explicados por el Dane, en el sector informal, y en los que ocupan hombres. La desproporción entre desempleo de hombres frente al de las mujeres (siete de ellas perdieron el empleo por cada dos hombres que padecieron la misma circunstancia) es un problema que tiene que poner a pensar y a actuar a todo el país. La tasa de desempleo en hombres es del 10,7 % y de las mujeres es del 20,1 %.
Las discusiones sobre las medidas gubernamentales de estímulo que hay que continuar, o las que hay que adicionar, van de la mano con las consideraciones sobre las limitaciones fiscales y el progresivo endeudamiento nacional. Esas medidas serán provisionales en la medida en que la economía recupere su fuerza y pueda ser el crecimiento de su buena marcha el que supla el programa asistencialista. Mientras tanto, oídos receptivos por parte de Gobierno y sector productivo a las propuestas e iniciativas que apunten a ese objetivo primordial de crear más y mejores empleos.