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Con la urgencia que reclamaba la humanidad y bajo estrictos niveles de seguridad, calidad y eficacia médica y científica (95 %), el Reino Unido es el primer país del mundo en autorizar el uso masivo de la vacuna de Pfizer/BioNTech contra la covid.
Si bien los ingleses se adelantan en esta carrera científica global a Europa y EE. UU., el optimismo crece si se tiene en cuenta que en los próximos días estas naciones harán anuncios similares, gracias a sus avances en, al menos, dos de sus vacunas en experimentación, de las firmas Moderna, efectividad del 94,5 %, y Oxford Astrazeneca, con un 70,4 % de efectividad en casos normales y 100 % con los casos de covid-19 severas.
Tales logros permitirían al mundo, en el mediano plazo, recuperar la normalidad, superando esta pandemia, uno de los más graves males que ha enfrentado la especie humana en la historia, debido a sus dimensiones planetarias. Ayer alcanzaba los 64 millones de infectados y sobrepasaba los 1,4 millones de muertos.
El regocijo mundial por el avance británico coincide con la aprobación en Colombia, por parte del Senado de la República, del proyecto de Ley que cataloga de interés general la estrategia de inmunización contra el coronavirus y cualquier pandemia futura.
Valioso que esta iniciativa contemple que toda la población colombiana, sin distinción alguna, pueda acceder de manera gratuita a la vacuna y entregue al Ministerio de Salud la facultad de priorizar la vacunación para atender primero a la población de mayor vulnerabilidad y al personal de la salud que hace frente a la emergencia, poniendo en riesgo su propia vida. También que permita aportes del sector privado, por su enorme costo para las finanzas públicas.
No obstante, hay puntos en los que distintos colegios médicos, asociaciones farmacéuticas, científicas y académicas llaman la atención para que se profundice y actúe con total responsabilidad al respecto, toda vez que en medio están en juego la vida y la salud de las personas.
Uno de ellos, que la vacuna sea voluntaria, hecho que no permitiría a Colombia alcanzar la inmunidad de rebaño, posible lograr vacunar entre el 70 % y el 90 % de su población. Encuestas e investigaciones prueban que la mayoría de quienes rechazan las vacunas lo hace por prevención, influenciados por datos sin sustento científico, multiplicados en redes sociales; miedos y creencias religiosas.
Esto es grave, debe promoverse la obligatoriedad de la vacuna. En 2010 el país soportó la pandemia de la influenza, llegó la vacuna y la gente la descartó. A hoy la cobertura contra este mal es menor al 20 % en adulto mayor, precisan instituciones de la salud.
Debe emprenderse un plan nacional de educación, información, conocimiento y concientización sobre la efectividad e importancia de la vacuna contra la covid. No se trata de vacunar a nadie a la fuerza, sí de darle argumentos para que lo haga.
Crítico que el proyecto de ley exonere a los laboratorios, como fue su exigencia, de responder por posibles efectos colaterales de este medicamento contra el coronavirus, también que su articulado, además de abrir la opción de contratar una póliza para enfrentar esas posibles eventualidades, no adopte mecanismos estrictos de seguimiento y vigilancia sobre la población que se vacune, no solo por parte del Invima, también por centros especializados públicos y privados, nacionales e internacionales.
La decisión que adopte el Ministerio de Salud para la adquisición de la vacuna debe ser bajo estricto rigor científico y libre de toda presión, política o ciudadana. No pueden asumirse riesgos ni sacrificarse ningún estándar de seguridad o eficacia. Así haya que esperar un poco más, la única vacuna posible es aquella que brinde todas las garantías para la salud y la vida.