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Hoy Antioquia y el país lloran la tragedia causada por la avalancha de la quebrada la Liboriana, una de las que cruza la escarpada geografía del municipio de Salgar, Suroeste antioqueño. Hasta anoche se contaban 62 muertos, entre ellos 27 mujeres, 21 hombres y 9 niños. De las cinco víctimas restantes no había registros. Un primer censo habla de 333 damnificados, entre ellos 116 niños.
Por la hora en que ocurrieron los hechos, no hubo posibilidad de reacción de los moradores, que a esa hora dormían. Según la información ofrecida por las autoridades, la intensidad de las lluvias de los últimos días, y en particular la que cayó en la madrugada de ayer, lunes festivo, generó una de esas riadas a las que los habitantes de nuestro departamento tanto temen, pues en ellas se unen la furia de la naturaleza y la vulnerabilidad de comunidades enteras que tienen muy pocas posibilidades de escapar a su paso.
La geografía característica de la zona Andina hace especialmente frágiles a cientos de poblaciones que en épocas de lluvias se ven enfrentadas a este tipo de tragedias. Lamentablemente, la capacidad de hacer frente a ese peligro, mediante acciones preventivas y de mitigación de riesgos, es aún precaria, aunque no imposible, como se demostró en Andes el mes pasado, cuando una acción eficaz de los bomberos, que monitoreaban de forma permanente los ríos San Juan y Tapartó y sus crecientes, permitió avisar a tiempo a los vecinos. Hubo muchos daños materiales pero se salvaron las vidas de sus habitantes.
La prioridad ahora es atender a las víctimas de Salgar. Hay que reconocer la acción pronta y coordinada de las autoridades municipales, departamentales y nacionales.
El presidente de la República, Juan Manuel Santos, decretó la emergencia por calamidad en la zona y viajó ayer mismo al sitio de la tragedia. Allí, en conjunto con el gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, anunció las primeras ayudas humanitarias y los planes de reconstrucción de viviendas.
En el estado de conmoción en que se encuentran los damnificados, es reparador ver la acción estatal y la solidaridad de la ciudadanía y de los gobernantes. Aquí, más que nunca, el cumplimiento de la palabra empeñada y de las promesas de asistencia es esencial para resarcir, en lo posible, el sufrimiento de la acción incontrolable de la naturaleza.
El presidente de la República recogió el dolor de la comunidad, que todos sentimos como propio, de los niños que perdieron a sus padres, así como el de personas mayores que no saben la suerte de sus hijos o nietos. La Cruz Roja Colombiana, siempre eficaz, siempre presente, movilizó un equipo de ayuda psicosocial que tendrá un gran reto. También trabajan allí los organismos de socorro, la Defensa Civil, entidades como Antioquia Presente, las Fuerzas Armadas. El Ministerio de Salud anunció ayer que la atención médica a los heridos estará cubierta y recomendó evitar los intermediarios para acceder a las ayudas que el Gobierno dispondrá, incluidas las indemnizaciones por los muertos.
La solidaridad es visible en nuestra tierra y debe encauzarse de la mejor forma posible. Hay que atender los requerimientos de las entidades con experiencia como las mencionadas atrás, estar pendientes de qué es lo que verdaderamente se necesita y no caer en manos de oportunistas que hacen caja con la tragedia ajena.
La gente de Salgar no está sola. Esa tierra que atiende lo que dice su himno, “A luchar nos invita tu cielo, con arrojo, con valor y con fe”, estará arropada por el corazón de todos los antioqueños.