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Pasa con las películas como con los programas de gobierno: una cosa son las buenas intenciones con las que se construye el guion de ambos y otra muy distinta lo que termina realizándose, que en realidad depende de las posibilidades de quienes deberán ejecutar unas y otros. Un perfecto ejemplo de esto es “La madre” de Niki Caro, estrenada en Netflix hace unos días.
“La madre” es una película que es mejor contada que vista, cuyo resultado final, aunque no carece de emoción y termina convenciéndonos del potencial de Jennifer Lopez como estrella de acción, hace pensar en todo lo que se debió quedar en la mesa de edición (sin ir más lejos, hay un plano en el que Lopez usa un vestido anaranjado, que aparece en el tráiler y no en el corte final) y en las oportunidades que se desperdiciaron por ciertas malas decisiones.
La primera son los enormes huecos del guion que terminaron sin cubrir bien. Nuestros prejuicios nos dicen que en las cintas de acción la historia no importa, pero esa es una idea equivocada. “Taken”, la buenísima película de Pierre Morel que encumbró como héroe cinematográfico a Liam Neeson, alcanzó el éxito no sólo por las excelentes peleas coreografiadas, sino porque muchos se identificaban con la preocupación y la rabia de este padre obsesivo que no descansaría hasta defender a su hija del peligro.
“La madre” sólo adquiere verdadero interés cuando el vínculo entre ella, esta mercenaria arrepentida de quien no sabremos su nombre nunca, y Zoe, su hija biológica, a quien usan como carnada para atraparla, se consolide. Antes de eso el guion toma caminos tan extraños como un tráfico de personas que jamás se vuelve a mencionar (y eso que es la supuesta razón de su cambio de vida), dos villanos que compiten entre sí por la atención del espectador (el que encarna Gael García Bernal es francamente ridículo y parece reducido a su mínima expresión por orden de alguien) y un romance que ni siquiera se consuma pero que no evade la típica escena de “chica cura a macho herido sin camisa”.
Otra mala decisión la toman Niki Caro, la directora, y Ben Seresin, su fotógrafo, cuando deciden usar en demasiadas tomas un lente que nubla y disuelve la imagen hacia los lados, creando una sensación permanente de que vemos un flashback, sumándole más confusión a la indefinición inicial del guion. Y si a eso le añadimos unos errores evidentes en edición —un aspecto que en una película de acción que se precie de sí misma, debería ser impecable—, un exceso de sentimentalismo en la música de Germaine Franco y cierta propensión de Lopez a dejarse llevar por las lágrimas para demostrar que su asesina tiene buenos sentimientos, casi podrían ustedes desear no verla.
Pero mirar sólo los errores tampoco le hace justicia a “La madre”, que logra varias secuencias emocionantes en motos de nieve, convence en las peleas cuerpo a cuerpo y sobre todo, abre la puerta a que en el día de la madre podamos recomendar también películas de acción.