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Carlos Holmes fue mi amigo, mi compañero de lucha, mi coequipero y mi ministro en dos carteras. Su vida fue el reflejo de vocación de servicio público. En todo su actuar sobresalió su ética, su entereza, su condición humana y su búsqueda por la excelencia.
Tuve el honor de compartir principios e ideales con él y de luchar juntos por el bienestar de los ciudadanos. Sus ejecutorias y logros, como canciller y ministro de Defensa, hablan con elocuencia.
Estaba siempre en el territorio, cercano a la gente. Amando a nuestras Fuerzas Militares y sus familiares. Murió lleno de logros y de proyectos, de honores y de sencillez. Su vida fue la encarnación del patriotismo.
Esta triste partida nos invita a reflexionar sobre el momento que vivimos. Esta pandemia ha cobrado la vida de más de dos millones de personas en todo el mundo y de más de 50 mil compatriotas.
Sus estragos no se han ido y su amenaza está viva. El mundo enfrenta esta circunstancia con el poder de la ciencia y con la disciplina ciudadana, pero debemos entender que enfrentar este duro avatar del destino requiere lo mejor de nosotros.
Que la partida de este gran colombiano nos sirva para honrar a todos los que han fallecido en esta tragedia global