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Desde el momento mismo en que Sergio Zuluaga Peña fue postulado como candidato a la Contraloría de Antioquia, en enero de 2016, denuncié sus antecedentes complejos que indicaban que, como diríamos, era un “individuo de mala condición”, proclive a la trampa, estudiante medio vago que pagaba a quien le hiciera los trabajos, mal trabajador. Su nombramiento fue una imposición del gobernador Luis Pérez, quien deshizo un acuerdo que había en la Asamblea para elegir a una señora conservadora, y él movió las fichas y dijo que su candidato era Zuluaga Peña.
Luego demostramos que no era doctor, no tenía el doctorado que adujo y que le dio 40 puntos para la selección. Y muchas cosas más: pidió comisión de servicios para eventos inexistentes, hizo copy page de informes, pidió licencias no remuneradas que luego cobró, en fin, que era un tramposo redomado. Por no hablar del uso de recursos del Estado para hacerse cirugías estéticas y no pagarle siquiera al cirujano. Y la “tapa del congolo”: la captura por la red de corrupción con alcaldes. Ya estando yo en la Cámara de Representantes, había llegado el hecho de esa red de cobros para no elevarle cargos fiscales a ciertos alcaldes. Y es obvio que en todo esto ha habido connivencia de los partidos políticos tradicionales, ellos se cuidan la espalda unos a otros.
