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“Considero que el reto de la reactivación tiene el principal riesgo del contagio por aspectos culturales y porque aún no aprendemos a mantener las distancias, de manera que los esfuerzos de reactivación gradual implicarán un aumento de los contagios como estamos viendo. En un país en desarrollo y con tantas desigualdades, la pandemia ha desnudado la fragilidad de nuestro sistema, donde la informalidad y la precariedad del empleo hace que la situación sea crítica y que no resista más tiempo de cierre total. Es decir, no tenemos los recursos para cubrir subsidios en ciudades grandes donde la pobreza claramente va a aumentar. No creo que ya existan dilemas, la reactivación debemos llevarla a cabo y con base en un acuerdo entre empresarios y trabajadores que flexibilicen sus posiciones y con una legislación de transición que no vulnere a futuro los derechos laborales. Es decir, una reforma laboral en este momento no es lo éticamente más adecuado para reactivar la economía. También considero que el Banco de la República puede hacer un poco más en este proceso de reactivación y debemos ser muy creativos pensando cuál puede ser su papel, pues su apuesta a que el sector financiero baje las tasas de interés e irrigue más crédito en estas circunstancia va en contravía con la mentalidad rentista del sistema, donde ahora las medianas, pequeñas y microempresas no son sujetos de crédito por el riesgo que representan” .