Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
Mucho podría decirse a propósito de los retos que tiene el nuevo Fiscal General de la Nación, especialmente, en torno de las reformas normativas que deben ser impulsadas, en función de lograr la materialización de una política criminal respetuosa de las garantías y de contener el carácter cada vez más selectivo del sistema penal.
Sin embargo, el reto más importante, que corresponde tanto a él como a quienes ocupan cargos de dirección en las distintas entidades estatales y privadas, consiste en contribuir a elevar espiritualmente a los distintos funcionarios que las integran, por vía de la solidificación de su formación y de su humanización.
Esto, por supuesto, parte del ejemplo con la propia actuación, más que de la elaboración de documentos, protocolos, instructivos, procedimientos o nuevos formatos y estadísticas, que los funcionarios mediocres suelen observar a cabalidad, y que, además de obstaculizar, aminoran el espíritu de muchos funcionarios que, con el silencio propio del decoro y de la dignidad del cargo que ostentan, despliegan modesta y adecuadamente su función.
Un Fiscal General que obre, sin afán de protagonismo, en el silencio de su despacho, con la ponderación propia de la delicada función que le corresponde, ya es un avance importante para nuestra sociedad.