Es un golpe demoledor para la cuna de la cultura asiática y mundial. Ellos tienen, como el Tibet, bases culturales budistas de más de cinco mil años.
Según las informaciones, hubo gran destrucción de templos budistas y de estupas, una suerte de columnas cilíndricas que recogen y guardan materiales arqueológicos invaluables de los ancestros y también los restos humanos de personalidades de otros siglos.
Katmandú es la entrada al sistema montañoso y al circuito internacional de escalada en el Himalaya, al ascenso de los grandes picos de más de ocho mil metros (el Everest y el G42); es decir, esta es la puerta del circuito turístico de la zona, incluso con mayor importancia que el mismo Tibet.
Allí los escaladores preparan sus misiones: afinan equipos, organizan cuadrillas con los lugareños y hacen una especie de calistenia, al empezar desde allí el ascenso. No hay manera de escalar sino se lleva al lado a un nepalí.
Es muy difícil que un país tan pobre y además budista tomara precauciones frente a un evento natural así. Por sus principios budistas de reencarnación no tenían esa idea de prevención. Tan sencillo como que si excavan y hallan lombrices suspenden los trabajos. Entonces, en ese ambiente religioso y cultural eso era poco viable. Podría traer problemas en la recolección de los cadáveres que los dejan expuestos, en posición de flor de loto, para que los consuman las aves de rapiña (águilas y buitres) del Himalaya.