Pasión, conocimiento, servicio y diversión. Cuatro cualidades que los radioaficionados en Medellín tienen y les permite mantener vivo un hobby que muchos creían extinguido. Pero no.
Una afición que ni los avances de la tecnología y la facilidad para establecer comunicaciones entre personas que están a miles de kilómetros de distancia logra eliminar. Por el contrario, para muchos de quienes cultivan este pasatiempo, herramientas como internet lo que hacen es facilitar su trabajo.
Claro, también están los puristas como, Alberto Guzmán, que es enfático al señalar que para él lo que use algún medio "comercial", refiriéndose a soportarse en redes de los operadores celulares como apoyo a su labor, ya no es radioafición.
Pero puristas o no, conviven siempre en una sana armonía, que no rompe ni las discusiones amigables que se dan en el Radiotinto, la tertulia informal que todas las mañanas de martes sostienen varios radioaficionados de Medellín. Uno a uno van llegando al sitio de encuentro, un local en los centros comerciales del sector de La Veracruz que se especializan en artículos eléctricos y electrónicos.
Ahí es posible encontrarlos, entre tintos, equipos y partes que llevan para mirar, intercambiar, intentar reparar o simplemente para mostrarlas a los otros aficionados.
La voz en las tragedias
La figura del radioaficionado siempre sale a relucir cuando se presentan tragedias y catástrofes.
Desde el terremoto que destruyó a Managua en 1972, hasta hechos dolorosos como la tragedia de Armero en 1985, el terremoto del Eje Cafetero en 1999 o el de Haití en 2010, señala Fernando Vélez, la presencia de la radioafición ha sido constante.
"Cuando todas las estructuras se caen y la comunicación de corta siempre queda un radioaficionado que empieza a dar información", agrega.
Pero no solo en las tragedias. El radioaficionado es feliz escuchando, siendo escuchado y cacharriando con la electrónica y los equipos. Incluso en sus inicios algunos, dice Gustavo Echavarría, fabricaban transmisores y equipos que montaban a partir de cajas de galletas metálicas. Y hasta telegrafistas eran, un requisito que ya no se exige.
En esta afición hay algunas variantes curiosas. Los curullas, por ejemplo, son aquellos que se dedican escuchar, pero no transmiten.
O los diexistas- explica Jairo Román- que tienen una especial interés en captar transmisiones de emisoras lo más lejanas posibles.
La radioafición no tiene fronteras. Hasta la Estación Espacial Internacional hace transmisiones que son captadas en todo el mundo.
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