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De la universidad pública a trabajar con un Nobel

Una colombiana trabaja en el equipo recién premiado por la Academia Sueca. Así están cambiando la lucha contra el cáncer.

  • James P. Allison, inmunólogo estadounidense ganador del Nobel, y Diana Bonilla Escobar, científica colombiana. FOTO Cortesía y sstock
    James P. Allison, inmunólogo estadounidense ganador del Nobel, y Diana Bonilla Escobar, científica colombiana. FOTO Cortesía y sstock
  • De la universidad pública a trabajar con un Nobel
21 de octubre de 2018
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Uno de los premios Nobel de Medicina y Fisiología de este año, James P. Allison, tiene una banda de rock llamada Checkpoints. En noviembre, cuando suelen darse los congresos de Inmunología, habla de inmunoterapia, su tema, y al final, toca la armónica, su instrumento.

Eso lo sabe la investigadora caleña, Diana Lucía Bonilla Escobar, quien lo ha escuchado como científico y músico. Ella es miembro de uno de los grupos que dirige el estadounidense, ahora Nobel. El primero que este prestigioso reconocimiento le entrega a alguien que estudia un tratamiento para combatir el cáncer. Lo que busca Allison es que el sistema natural de defensa del cuerpo pueda detectar la presencia del tumor y lo ataque con su arsenal.

Bonilla lo acompaña en ese desafío. Su camino en la ciencia empezó en 1996, cuando ingresó en Cali a la Universidad del Valle a estudiar Bacteriología y laboratorio clínico. Antes de graduarse trabajó por cuatro años en un instituto de investigación, Centro Internacional de Entrenamiento e Investigaciones Médicas (Cideim), donde luego de hacer su rural fue investigadora.

Su hoja de vida le permitió obtener una beca para estudiar un doctorado en ciencias básicas, con énfasis en inmunología, en la Universidad de Texas en 2005, y luego realizar un posdoctorado en la Escuela de Medicina de Baylor con el mismo énfasis. Ingresó al MD Anderson hace cinco años. Y hace tres y medio, la promovieron para trabajar con Allison.

Esta caleña ya intuía que el norteamericano obtendría un Nobel. En el equipo veían pacientes curados con su tratamiento y siguen en más ensayos clínicos que buscan probarlo en otros tipos de cáncer. En los últimos años, el profesor obtuvo otros premios de renombre: el Albert Lasker por Investigación Médica Clínica, al que le llaman el nobel americano, y el Wolf.

El trabajo de Allison, así como el de su colega también premiado este año, el japonés Tasuku Honjo, abre un canal realmente prometedor en las investigaciones para combatir esta enfermedad.

EL COLOMBIANO habló con ella, quien compartió sus reflexiones sobre la inmunología y sobre su trayectoria académica y laboral.

¿Cambió su trayectoria de vida al lograr estudiar en una universidad pública?

“Sí, para mí marca la diferencia. Cuando terminé el colegio mi familia no tenía cómo costear una universidad privada, la única opción era una pública. Si no hubiese sido por la universidad pública, yo no hubiese podido estudiar. Era mi única opción y en mi caso la Universidad del Valle no solo era la única, sino la mejor opción: en Cali es la única universidad que tiene la carrera que quería y, por otro lado, la calidad de los profesores -la gente que más sabía estaba en Univalle- y de los cursos era increíble. Así que estoy muy agradecida por tener acceso a eso y a grupos de investigación que había allí. Sí estaban limitados por recursos y acceso a tecnología y eso dificultaba las cosas, pero eso me hizo más creativa, más recursiva y te hace valorar. Acá en Estados Unidos se desperdician muchas cosas, de hecho si algo se daña no se arregla, sino que muchas veces se bota y se compra nuevo. Allá uno aprende a no despilfarrar”.

¿Desde lejos sigue noticias sobre el país? ¿Ha estado enterada de lo que sucede con la educación pública?

“Así es. Es lamentable que se corten recursos de educación y ciencia. Esto impide que avancemos. Yo creería que es la educación en lo que se debe invertir y más en las universidades públicas, pues es la forma en que la gente que no tiene grandes recursos pueda tener acceso a educación de calidad”.

¿Qué piensa sobre los presupuestos para investigación que en muchos casos por su escasez están relacionados con fugas de cerebros?

“Eso es lo que nos obliga a la mayoría de los que estamos por fuera a salir, porque no hay recursos ni acceso a tecnología. Hay profesores brillantes en universidades luchando por patrocinios, pero las dificultades los hacen buscar cosas en el exterior. Esto es lamentable porque estamos hablando de gente bien capacitada que en Colombia no encuentra opciones de trabajo o de financiamiento para sus proyectos, así que termina encontrándolo en otras partes.

Cuando vine a la Universidad de Texas, ellos pagaban todo: vivienda y manutención por los cuatro años del doctorado. Ahí nos falta un poco de visión para darnos cuenta de que sí vale la pena invertir en educación y que tiene beneficios a largo plazo. Es triste porque todos desearíamos estar en Colombia, muchos de ellos le apostaron al programa de traer gente que estuviese por fuera para vincularla a diferentes instituciones, pero ese programa, para muchos de ellos, colapsó. Es que no existen los canales para que la gente que está buscando opciones de investigación se quede o para que los que estamos por fuera regresemos”.

¿Cómo fue ese camino para llegar a trabajar tan de cerca con un premio Nobel?

“Siempre me ha apasionado la ciencia. Haber hecha bacteriología y laboratorio clínico me inclinó hacia las técnicas que uno puede utilizar para entender las células y hacer mediciones en estas. Más allá de la ciencia básica, mi rumbo se ha dirigido a la tecnología y todos los avances que hay para medir cosas en las células, como proteínas y material genético. Esto es relevante en un grupo que hace evaluación de la respuesta del sistema inmune del cuerpo frente a tumores, como el del doctor Allison. Yo estoy en la parte de hacer esas evaluaciones de células en muestras de pacientes que están recibiendo inmunoterapia.

Lo que hacemos es evaluar esa respuesta inmune en pacientes para ver que es diferente para algunos que responden al tratamiento y cuáles son las cosas específicas que hacen que el paciente mejore o no. El enlace con Allison entra porque a mí me interesó un área en especial, un poco más complicada, llamada citometría, que aborda todas las mediciones que se puede hacer en una célula. Hay varios tipos de citometría, unos utilizan luces fluorescentes o láser y otros utilizan la masa atómica de diferentes metales, es decir, hay muchas maneras de medir estas características.

La experticia en este tipo de tecnología en la que había trabajado mucho y en esas evaluaciones me llevó a incorporarme a la plataforma del doctor Allison. La idea era poner lo que sabía hacer en evaluación celular en ensayos clínicos de pacientes que reciben inmunoterapia”

Allison tiene dos grupos, ¿a qué se dedica al que usted pertenece?

“Sí, él tiene dos grupos, el primero es de investigación básica, con líneas celulares y animales. Buscan entender más mecanismos de biología de las células e identificar nuevos blancos de tratamiento con estudiantes de doctorados y posdoctorados. Y el grupo al que pertenezco se llama la plataforma de inmunoterapia, allí evaluamos la respuesta inmune en pacientes que reciben inmunoterapia en el contexto de ensayos clínicos.

Antes de que una droga o una combinación de fármacos se apruebe tienen que ser probadas o validadas en personas. Hay diferentes estadios clínicos, en los los iniciales fase 1, por ejemplo, prueban que el tratamiento no sea tóxico, que sea eficaz, que se pueda combatir la enfermedad y establecer la dosis adecuada. La plataforma presta asesoría de evaluación inmunológica a los ensayos clínicos que tiene la institución, unos 100, dirigidos por médicos que colaboran con casas comerciales o farmacéuticas.

Ya con médicos, pacientes y medicamentos monitoreamos la respuesta inmune en los pacientes y lo hacemos obteniendo células de ellos y mirando qué proteínas o genes expresan esas células”.

El proceso es diferente dependiendo del paciente...

“Claro, y lo que queremos saber es si una población de células de la respuesta inmune está incrementada en los pacientes que respondieron. Esa puede ser la clave para mejorar la respuesta en los que nó... cómo inducir esa población, por ejemplo. Buscamos tomar mejores decisiones en el tratamiento”.

Y sobre el doctor Allison, ganador del Nobel, algunos se imaginan a estos personajes como muy serios o casi sin emociones, ¿cómo lo describe?

“Es una persona callada y que parece muy concentrado en sus ideas, pero ver la reacción de los pacientes le produce emoción. Él se enternece cuando le agradecen y con todo el impacto que sus investigaciones han producido. Dice que al comienzo, hace unos 30 años, cuando empezaba a hacer exploraciones científicas, él quería entender las células de la respuesta inmune, las que se encargan de la defensa en el cuerpo. Claramente, después se enfoca en sus estudios de cáncer en modelos animales. De él, es particular que con varios investigadores de inmunoterapia tiene una banda de rock que se llama como las proteínas que quieren investigar: Checkpoint. Y tocan buenísimo, él interpreta la armónica. Tocan en bares y en el congreso anual de la sociedad de inmunoterapia. Es un tipo inteligente que ha logrado cosas increíbles y además es bien sensible”.

¿Cuáles son algunas claves para entender el Nobel? ¿De qué se trata la inmunoterapia?

“Allison tiene el interés de saber por qué esas células T del sistema inmune (ver ayuda), que defienden al cuerpo de muchas enfermedades, no hacen lo mismo en cáncer. Y si lo hacen, ¿cómo mejorar esa capacidad para que sean mucho más efectivas en combatirlo o destruir las células tumorales?

Entonces primero es importante entender los aspectos básicos que él descubre, al igual que el japonés Tasuku Honjo. Las preguntas eran: esas células T cómo funcionan, cómo se regulan, qué proteínas expresan, qué hace que esté activa o inactiva. Y en ese punto Allison descubre los receptores de esa activación e inactivación. En particular el receptor CTL4. Se dio cuenta de que cuando está presente en las células T hace que no respondan o estén bloqueadas para atender de manera eficiente.

Su idea fue entonces bloquear este receptor para que se revirtiera la inactivación y, en efecto, cuando lo hacen, las células más activas combaten de manera más eficiente unos tipos de cáncer. Esto es muy emocionante porque las anteriores terapias están dedicadas a acabar con el tumor: quimioterapias o radiación para destruir las células tumorales, lo que implica una cadena de dosis y si reaparece, otra dosis.

Por el contrario, si uno logra enseñarle al sistema inmune a atacar de manera adecuada, hay una gran ganancia porque las células del sistema inmune guardan memoria, lo que implica que no necesitarás medicina toda la vida. Solo con el bloqueo de los receptores que descubrieron Allison y Honjo se consigue que el 60 % de los pacientes con un melanoma respondan de forma positiva. Una manera ideal de controlar el cáncer sin destruir el organismo”.

60 %
de los melanomas mejoran con inmunoterapia: Sociedad para la Inmunoterapia del Cáncer (Sitc).

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