El pasado 17 de diciembre aterrizó en la tierra material alienígena. A una velocidad de unos 11,2 kilómetros por segundo entró en la atmósfera la sonda china Chang’e-5, una cápsula que despegó el 23 de noviembre de 2020 con dos objetivos: traer tierra y piedras de la Luna, en una misión que no se completaba con éxito desde 1970; y consolidar a China como el nuevo actor imprescindible de la carrera humana por conquistar el espacio. Ambas metas se cumplieron, según confirmó la Administración Nacional del Espacio de China (CNSA, siglas en inglés), y prometen cambiar el futuro.
La sonda aterrizó a la 01:59 hora de Beijing en la Región Autónoma de Mongolia Interior, en el norte de China, con 1.731 gramos de muestras tomada en la Luna. “Se trata de un hito importante en la construcción de nuestra fuerza aeroespacial”, dijo el viceprimer ministro de ese país, Liu He.
No miente. “Es un acontecimiento importante para la exploración espacial, porque no solo se trajo material lunar después de 40 años, también lo hizo una misión china”, señala Pablo Cuartas, profesor de astronomía de la Universidad de Antioquia. “Antes de ellos, solo los norteamericanos y soviéticos lo habían logrado. Ahora hay otro gran protagonista”.
El éxito viene tras una estrategia orquestada desde 2004, cuando se plantearon las metas del programa espacial lunar chino: orbitar, aterrizar y traer de regreso muestras; lo que pretende facilitar el objetivo de llevar humanos al satélite en la década de 2030.
“Esto significa que ellos también van a estar involucrados en los planes de exploración del futuro”, señala Cuartas, “y eso es un logro de todos porque estos proyectos son demasiado grandes como para que un país pueda hacerlo solo. Esto es una búsqueda de la humanidad”. Y lo es, explica, porque el objetivo final, más allá de poner una bandera en un planeta, es entender nuestro origen, el por qué la humanidad existe. Una comprensión que sueña con dar un paso más a través de las muestras recién llegadas.
“Todavía hay mucho por entender. El lugar que ocupa la Tierra hace que, al principio, cuando se formaba el sistema solar, probablemente no hubiese mucha agua”, afirma Cuartas. La ciencia, que se rige por hipótesis, plantea en este momento que lo más posible es que el líquido haya llegado a la Tierra en un asteroide.
“Por eso, cuando vamos y traemos muestras de otros lugares del sistema solar, podemos comenzar a afianzar esas teorías”, explica el profesor. “Buscamos responder una de las preguntas fundamentales en la historia humana: saber si somos únicos. ¿Qué tan rara es la Tierra? ¿Somos especiales o en realidad somos producto de una serie de hechos que suceden y han sucedido en la historia del universo?”.
El material lunar será compartido con otros países, aseguró Wu Yanhua, vicepresidente de la Administración Nacional del Espacio, “así la comunidad internacional podrá estudiar y comprender mejor cómo se formó la Luna”.
La imaginación humana es la primera herramienta de conquista. Antes de contar con granos de arena lunar en tubos de ensayo en laboratorios, la comunidad científica tenía entre sus hipótesis que el suelo de la Luna podía ser un mar esponjoso de arena incapaz de soportar el peso de un hombre. El cerebro completa la información que no conoce y afortunadamente, la actualiza.