La frase popular dice que “ni tanto que queme al santo, ni tampoco que no lo alumbre”. La usan especialmente las personas adultas y resume muy bien el consejo que los expertos en educación y crianza de niños y jóvenes le dan a los padres con relación al desarrollo de actividades extracurriculares.
Hoy es común encontrar una amplia oferta de propuestas que los muchachos desarrollan fuera de su horario de clases y que no corresponden a un programa académico, aunque sí les ayudan en la gran mayoría de los casos a descubrir, potenciar y fortalecer aptitudes y actitudes que son necesarias para su buen desarrollo escolar, y en general para su funcionamiento como seres sociales.
Deportes, actividades recreativas, desarrollo lúdico y acercamientos a diferentes áreas del conocimiento hacen parte de esa oferta que pretende brindar a los niños y jóvenes una oportunidad de ocupar sus ratos libres.
De acuerdo con lo señalado por las sicólogas María Faber Rodríguez, Emilia Mellinas Mellinas y Leticia García Ferrero, en un estudio publicado por la revista Fundamentos de Psicología, las actividades extracurriculares, o actividades extraescolares “pueden convertirse en un gran suplemento para aprender a desenvolverse en otros ámbitos que no se estudian en el colegio o que si bien se estudian sirven de refuerzo.
Aunque no sólo es una forma de entretenimiento y de aprendizaje para los niños, es una ventaja para los padres que tienen jornadas laborales intensas y les falta tiempo para su hijo”.
María Eugenia Bustamante, sicóloga y docente del área en la Universidad San Buenaventura, advierte que en la actualidad los padres están tendiendo al exceso en el desarrollo de este tipo de planes, que no es propiciado por los muchachos. “Los padres buscan un quehacer pedagógico, artístico, cultural, deportivo para el niño, porque eso los tranquiliza para desarrollar sus propias y múltiples actividades”.
Para la profesional no es malo que el chico tenga varias cosas para hacer, más las tareas del colegio que se hacen en la casa.
Sin embargo, añade que tanto las unas como las otras deben tener una planeación y unos objetivos de aprendizaje muy claros.
Hacer un plan
El hecho de que este tipo de momentos en que los niños tienen fuera de su jornada académica sea benéfico en su desarrollo físico y sicológico, no significa que deban llevarse a cabo sin ningún tipo de estrategia. Estos no son espacios para que los padres vayan a descargar a sus hijos para que se los cuiden y ellos puedan desarrollar de manera tranquila sus actividades laborales o sociales sin complejo de culpa por no tener tiempo para ellos.
Esa planeación y la búsqueda de objetivos primarios y secundarios que beneficien al infante parte, primero, por la edad del niño.
Por ejemplo, cuando se trata de pequeños que están en la primera infancia y en su período preescolar, la idea de las extraclase es que desarrollen en ellas habilidades sociales orientadas al respeto por la otra persona y a compartir diferentes espacios.
Este es un momento, explica María Eugenia Bustamante, en la que el niño debe explorar muchas actividades para aprender a identificar aquellas con las que se siente más a gusto y en las que encuentra mayor habilidad, destreza y empatía.
Es importante, añade la docente de la Universidad de San Buenaventura, que la elección de las distintas actividades que los chicos desarrollarán como complemento a sus clases en el colegio no partan de lo que los padres desean. “Al papá le parece rico tener un hijo que toque un instrumento, que sea pianista, por ejemplo, pero al niño no le gusta. Ahí lo que va a lograr es que se genere una frustración muy grande para el futuro”.
La elección de esas actividades tampoco puede hacerse a partir de la satisfacción de los egos de los padres. “Para ellos es muy gratificante decir mi hijo, o mi hija es bailarina de ballet, cuando el niño o la niña lo está haciendo con un absoluto sacrificio, porque ahí se mueven unas fibras afectivas, y el pequeño busca la aceptación de sus padres dándoles gusto”.
Añade la especialista que cuando se analiza el comportamiento de dos chicos, uno que tiene la oportunidad, o que opta por el desarrollo de actividades extracurriculares, frente a otro que no lo hace, el primero muestra un desarrollo más fuerte de sus habilidades, aptitudes, actitudes y destrezas, “se mueve mejor en el medio social, se vincula mejor a unas relaciones sociales y posteriormente a unas relaciones afectivas de una manera mucho más adecuada”.