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Liliana Ramírez Gómez: “La ciencia no es de una sola persona”

Esta colombiana, egresada de la Universidad de Antioquia, es la primera mujer latina en recibir el Norman Geschwind Prize de la Academia Estadounidense de Neurología.

  • Liliana Ramírez Gómez, Norman Geschwind Prize 2023. Foto: Cortesía
    Liliana Ramírez Gómez, Norman Geschwind Prize 2023. Foto: Cortesía
28 de mayo de 2023
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El tema de las desigualdades es un tema que no excluye países, si es que desde los países se quiere analizar. Eso lo supo Liliana Ramírez Gómez una vez empezó a trabajar como médica, y posteriormente como neuróloga, en Estados Unidos, y eso, hizo que enfocara todos sus esfuerzos en adelantar estudios sobre el envejecimiento y la demencia dentro de la comunidad latina allí presente, tantas veces marginalizada y desatendida.

Sin embargo, su fin único era servir, tal y como se lo habían enseñado en esa casita ubicada en el barrio El Salvador en la que, rodeada de nueve hermanos, sus padres la criaron, y en la que, sin darse cuenta, se forjó una carrera llena de esfuerzos y de recompensas no solo para ella sino también para los pacientes y para los familiares de los pacientes a los que se les ha cruzado en el camino.

Hoy, Liliana es la directora de la División de Trastornos de la Memoria del Hospital General de Massachusetts; hace parte del Programa Multicultural de Prevención del Alzheimer y del Instituto Mongan; es profesora de la Escuela de Medicina de Harvard; y acaba de convertirse en la primera mujer latina en ganar el Norman Geschwind Prize entregado por la Academia Estadounidense de Neurología.

Hablamos con ella por medio de una llamada de Medellín a Bostón, que es donde vive en la actualidad con su esposo y sus dos hijos, para conocer, de una manera más cercana, los aportes que ha hecho en materia científica a la medicina.

—¿Medicina? ¿Cómo llegaste a esa carrera en la Universidad de Antioquia?

—Mi vida transcurrió en medio de una mamá que nos cuidó a mis hermanos y a mí, y un papá que trabajaba como citador en un juzgado. Ellos se fueron a Medellín desde Marinilla para que todos pudiéramos estudiar porque lo consideraban lo más importante, sin importar que la ciudad en ese momento estuviera atravesada por tanta violencia —cuenta Liliana, al otro lado del teléfono, con una voz muy suave y pausada—. Entonces a raíz de ese esfuerzo para que nosotros fuéramos a una universidad, yo, que siempre había estado enamorada de la biología y que tenía la vocación de servir me presté a la Universidad de Antioquia a medicina y pasé.

—Bueno, empezaste a estudiar en la universidad, entraste al grupo de investigación de neurociencias y al grupo del doctor Francisco Lopera que se especializa en esa misma área, ¿por qué das ese salto de la medicina a la neurología?

—Me encantó el cerebro desde que empecé a estudiar, entender cómo funcionaba el pensamiento, el comportamiento, y al haber tenido esa oportunidad de ser una joven investigadora en esos dos grupos y por ende trabajar con las familias que tienen Alzheimer genético, me sirvió muchísimo para aprender cómo uno puede ayudar a las personas no solo a través del cuidado médico, sino también a través de la investigación. Realmente fue una experiencia muy motivadora para mí en esa etapa de mi vida y creo que fue lo que me dio las bases para continuar en esa dirección.

—Es muy claro cuál es el papel del médico que ejerce su profesión en una clínica o en un hospital, pero, ¿cuál es el papel de un médico que dedica su carrera a la investigación? ¿Cómo puede ayudar?

—Aquí en Estados Unidos a las personas que nos dedicamos a ello nos llaman “physician scientist”, porque somos médicos y también científicos, es decir, trabajamos día a día para generar grandes impactos. Por ejemplo, los médicos que tratamos pacientes —también lo hace— vemos a personas que padecen enfermedades, vemos su sufrimiento y lo que viven tanto ellos como sus familiares y los ayudamos a tener una mejor condición de vida con las herramientas que tenemos alrededor; mientras que los médicos que nos dedicamos a la investigación lo que hacemos es, por medio de la ciencia, trascender, descubrir cosas que nos permitan cambiar y mejorar aún más esas condiciones de vida. No es solo investigar por investigar, es investigar para que el otro realmente para de sufrir, para encontrar una cura o para evitar que las personas desarrollen demencia.

—Devolvámonos un poco, a la época de la universidad, cuando te ganaste la Beca Guillermo Velázquez Tangarife que fue lo que te llevó a Estados Unidos...

—Sí, esa es una beca que da la facultad de medicina de la Universidad de Antioquia, de la cual me siento muy orgullosa porque sé que es la única universidad latina con ese convenio, entonces nada, los requisitos eran ser investigadora, tener un muy buen promedio y hablar inglés, como los cumplía, me presenté, pasé, y gracias a ello pude hacer tres de los 12 meses de mi internado rotatorio, el resto los hice en Marinilla, mi pueblo natal. Esos tres meses me cambiaron la vida.

—¿Por qué?

—Porque obviamente le expande a uno la visión que tiene acerca de la academia a raíz de las oportunidades que uno tiene de prestar servicios de calidad a sus pacientes y también a raíz de la investigación que se puede hacer acá, o sea, venir a una institución como Harvard y a sus hospitales asociados le muestran a uno una visión del mundo muy distinta. Y porque en ese momento conocí a otro estudiante de medicina del que me enamoré y que terminó por convertirse en mi esposo tiempo después.

—Terminas tu internado rotatorio y, ¿ahí qué pasa?

—Me presenté a la Universidad de Antioquia para especializarme en neurología, pasé, cursé tres meses y decidí mudarme y casarme. Dije: “Bueno, lo voy a dejar aquí, pero eso no significa que voy a abandonar mis proyectos, solo es una pequeña desviación”, y así fue, porque las cosas se dieron para mí y pude continuar con mis estudios: en un año hice todas las validaciones respectivas, y pude especializarme en neurología y luego hacer una subespecialidad en neurología cognitiva y del comportamiento en la Universidad del Sur de California.

—Ahorita me comentabas que estar en los grupos de investigación de la Universidad de Antioquia te permitieron acercarte a pacientes con alzheimer, ¿eso hizo que tus investigaciones tuvieran como objeto de estudio a esa enfermedad y a la demencia?

—Sí. Es muy triste ver cómo una persona capaz y funcional empieza a declinarse con el tiempo por una enfermedad, que es más triste aún, sin cura al día de hoy. Sin embargo, también es muy bonito poder acompañar a las personas y a sus familias en ese camino, porque es muy desconsolador para ellos cuando reciben este diagnóstico.

—En eso reside gran parte de tu trabajo, ¿no?

—Claro, es que gran parte de lo que falta por decir sobre la demencia o el alzheimer es que las familias que tienen a alguien que tienen este diagnóstico, sufren mucho con ellas por sus cambios del comportamiento y por su deterioro constante, verlas cambiar de esa manera. Eso me motivó muchísimo a mí también para desarrollar programas en español estadunidenses enfocados en los pacientes iniciales, y a las personas que cuidan de ellos porque también tienen depresión, ansiedad, trastornos del sueño debido a todo lo que les genera ese acompañamiento que ofrecen.

—¿En español?

—Sí, porque aquí descubrí que había un déficit en cuanto a que no hay muchos proyectos para personas que hablen español específicamente.

—Cuando te dieron el Premio Norman Geschwind Prize mencionaban eso, el trabajo que hacen con la comunidad latina, ¿por qué trabajas con ellos?

—Aquí en Estados Unidos el riesgo de desarrollar alzheimer es 1.5 veces más alto para los latinos comparados con los caucásicos. Y, asimismo, a pesar de tener un riesgo más alto, lastimosamente no tenemos acceso a un diagnóstico temprano, por diferentes razones: no buscan un diagnóstico, no van al médico, no tienen acceso, o cómo acceder, no tienen manera de ver un doctor que hable español y que por ende entienda cuál es el problema que están presentando.

Eso, por un lado, por el otro, ver que una vez ya teniendo el diagnóstico, las familias, por ejemplo, con un paciente con demencia le decían a uno: Pero mire, ¿qué hago? Está agitado, no puede dormir, se sale de la casa. Y uno no tenía muchos recursos para darles porque no había trabajadores sociales que hablaran en español. Así que me puse en la tarea de adaptar una intervención que estaba en inglés, hacerla en español.

—¿En qué otras investigaciones has trabajado?

—Hago parte de varios grupos aquí en Harvard. Uno de ellos se llama es el Massachusetts Alzheimer's Disease Research Center, financiado por el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos. Otro es el Multicultural Alzheimer's Prevention Program. Lo que hago en estos grupos es que con mi puesto como neuróloga, como alguien que tiene una posición en la población latina, que puede influenciar, educar y alcanzar a esa población, es acercar mucho a los latinos a esas investigaciones a los latinos, te voy a poner un ejemplo, publicaron un artículo en el que mostraron que todas estas drogas que son aprobadas para el alzheimer o para el cáncer o para tal enfermedad, fueron aprobadas en un estudio en el que solo un 5% o menos de un 5% de los participantes son de origen hispano o latino. La mayoría son caucásicos. Es decir, esas drogas que tomamos fueron probadas en participantes que no son como nosotros. Esa es una barrera que estamos rompiendo, ya nos hemos dado cuenta los investigadores y afortunadamente la ciencia que tenemos que ser significativos y ser capaces de incluir diversidad en esos estudios que represente todo lo que somos... por eso me dieron el premio, porque mi trabajo se ha enfocado mucho en eso, en traer esta investigación a la comunidad, a crear confianza en ellos, es un trabajo que es de verdad tan grande, es muy inmenso y poquito a poquito hemos ido rompiendo barreras.

Mi trabajo científico también está ligado a entender, por un lado, los biomarcadores que se asocian a los cambios preclínicos en la enfermedad de alzheimer, entonces, por ejemplo, el año pasado un artículo en el que contamos que encontramos cambios en la función olfatoria.

Y otra contribución científica es la que hablábamos ahorita, que no se trata solo de traducir, se trata de que he adaptado una intervención de mindfulness en los cuidadores para reducir el estrés, la ansiedad, mejorar el sueño, para que aprendan a cuidar mejor a su ser querido.

Además, en este momento estoy enfocada en desarrollar una aplicación móvil, para que los cuidadores lo puedan tener en el teléfono y puedan encontrar en el momento que lo necesiten una guía completa.

—Son muchas investigaciones. ¿Trabajas sola?

—Esa es una pregunta súper importante y me encanta responderla. Mira, cada vez que hay un investigador que se gana un premio, o que se habla de estos descubrimientos o de este tipo de publicaciones, es la oportunidad perfecta para hablar de trabajo en equipo, porque la ciencia no es cosa de una persona sola. Trabajo con grupos muy grandes que te mencioné con anterioridad y con el grupo de neurociencias.

—Por último, ¿qué significa ser la primera mujer latina en recibir el Norman Geschwind Prize de la Academia Estadounidense de Neurología?

—No lo podía creer, es que esto no pasa mucho y menos a las mujeres, entonces al inicio no lo podía creer, pero cuando miro hacia atrás y veo todo lo que he hecho me doy cuenta que ese reconocimiento sí es merecido, porque pienso que vengo de una familia muy humilde, que nos ha enseñado a ser humildes, y a no hacer ruido, cuando el ruido es el que nos sirve para amplificar esto en lo que estamos trabajando, que también es importante.

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