La situación es típica, usted se sienta con sus amigos, sus familiares, sus compañeros de trabajo o estudio para arreglar al país, mientras toman café, una cerveza o están al mediotiempo de un partido de fútbol.
Tumban leyes, instauran otras, cambian a un ministro, meten a alguien a la cárcel, nombran a otro en un cargo público y así a lo largo de la conversación establecen las claves para mejorar al país.
Este ejercicio espontáneo es el germen del que surgió, en abril del 2020, Tenemos que hablar de Chile, un espacio interuniversitario donde la Universidad de Chile y la Universidad Católica buscaban convertirse en mediadores y garantizar un espacio de encuentro verbal que ayudara a disminuir, con palabras y argumentos, la violencia física y la confrontación que se daba en las calles.
Esto pasaba en el marco de las protestas sociales que iniciaron en 2019 con jóvenes negándose a pagar un alza en el tiquete del transporte público y que llegaron a su punto más alto a principios de este año cuando se inició un proceso constituyente. Algunas de las ideas que discutieron allí nacieron de esos diálogos.
Desde entonces Tenemos que hablar de Chile se ha convertido en una plataforma de diálogo y discusión para actores ideológicos de todos los puntos. Además, desde diciembre de 2020 ha apadrinado a Tenemos que hablar de Colombia, su contraparte en esta latitud del continente (Ver Paréntesis).
En el marco del apadrinamiento, Valentina Rosas, subdirectora y vocera, y Claudio Fuentes, Jefe de sistematización, visitaron Colombia y Medellín para afianzar ese trabajo y ayuda.