En 1919 la identidad de Medellín, un valle entre montañas, era su debilidad. No era ni atrasada ni rural, había bonanza minera y cafetera en la región, comercio, habitantes, industrias, calles y casas, pero muchos caminos eran de herradura y unas cuantas vías férreas la conectaban con el resto del país. Se necesitaba un transporte más eficiente.
Eso lo vislumbró el empresario antioqueño Guillermo Echavarría Misas, hijo del fundador de Coltejer, Alejandro Echavarría Isaza. Junto con 12 accionistas antioqueños fundó el 26 de septiembre de 1919 la Compañía Colombiana de Navegación Aérea (CCNA), primera en operar comercialmente en el país (incluso la segunda en el mundo).
Su propósito era mejorar el transporte entre la topografía colombiana, trazada por montañas, costas, selvas y llanos. “Medellín no estaba incomunicada. Tenía mula, vapor, ferrocarril. Guillermo quería conectarla más rápidamente”, señala la historiadora Karim León Vargas.
Poco más de dos meses después, el 5 de diciembre, se creó la segunda de su tipo, la Sociedad Colombo Alemana de Transportes Aéreos, de Barranquilla, que se convertiría en Avianca. Esta empresa celebró sus 100 años el jueves pasado.
La firma antioqueña adquirió cuatro aeronaves hechas en madera y tela: tres F-40 y un F-60, modelos que habían quedado de la Primera Guerra Mundial. Los F-40 se usaron en ejercicios de reconocimiento y bombardeo ligero, y el segundo, tipo “Goliath”, aludiendo al filisteo gigante de la narración bíblica, se usó para trasladar tropas y tácticas de bombardeo pesado.
Luego de que fueron adquiridos, ambos operaron en Colombia para la CCNA entre 1920 y 1922, sobre todo entre Barranquilla, Cartagena y Santa Marta. A Medellín solo llegaría uno de estos. Su función fue el transporte de pasajeros, los envíos de correo y las demostraciones de vuelo o viajes sport.
Su vida fue corta. Un F-40 tuvo un accidente por un mal giro, en el que murió el piloto y tres pasajeros quedaron heridos. El otro, al parecer se quedó sin gasolina y en la colisión murió el piloto y el mecánico. El tercer F-40, en una ruta hacia Bogotá, estacionó una noche en Puerto Berrío, sobre el río Magdalena. Al amanecer se supo que un vendaval lo había levantado. “De estos accidentes quedará en Colombia el miedo a volar” sentencia Karim, sobre esos primeros años en que había recelos con ese desarrollo.
En tanto, el F-60, bautizado como “Barranquilla” (ver ilustración) en honor a la ciudad a la que volaba la CCNA, tenía problemas de fábrica en su motor. La empresa decidió sacarlo del mercado. Para no dejarlo abandonado en la Costa la junta decidió llevarlo a Medellín.
“Entonces, el tiempo de crucero era corto. El viaje desde Barranquilla fue por estaciones, primero llegó a Montería y luego aterrizó en Cáceres porque se quedó sin gasolina. Tocó llevar el combustible a lomo de mula desde Medellín”, relata Vargas.
Contando las paradas, entre la ciudad costera y la capital antioqueña, el “Barranquilla” tardó tres meses en completar el trayecto. El 24 de julio de 1922 se asomó al Valle de Aburrá, probablemente por el norte (Santa Rosa de Osos o Don Matías), y aterrizó sobre el pasto, donde hoy está el aeropuerto Olaya Herrera, en Barrio Antioquia.
Según la historiadora, parece ser que el último vuelo del Goliath fue en octubre de ese mismo año durante el I Congreso de Estudiantes que hubo en la capital paisa. Allí estuvo el escritor y periodista Germán Arciniegas, autor de la primera fotografía aérea de Medellín, tomada desde el Goliath, a 400 metros de altura según el registro.
Asomado por uno de esos ventanales de cristales gruesos, el fotógrafo vio cómo la tierra del valle corría bajo sus pies, ante la consternación de sus habitantes viendo al Goliath surcar los cielos.