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Posiblemente está preocupado por su situación económica, tiene temor de contagiarse de covid-19, siente ansiedad por tanta incertidumbre. Cuando escuchamos las preocupaciones del otro y logramos ponernos en sus zapatos y comprender lo que está viviendo, somos empáticos.
Según Dora Luz González Jiménez, psiquiatra y expresidenta de la Asociación Antioqueña y la Asociación Colombiana de Psiquiatría, son múltiples las áreas del cerebro que participan en el proceso: la cognición logra que reconozcamos el sufrimiento, la emoción hace que nos identifiquemos con él, la motivación nos prepara para ponernos en acción y nuestra intención nos hace proceder para aliviar el sufrimiento.
Tanto la empatía como la compasión se aprenden desde la infancia, se desarrollan a lo largo de la vida y se fortalecen cuando se ejercitan. Según Gabriel Mesa Nicholls, médico patólogo y gerente General de EPS Sura, la empatía nos permite vivir mejor como seres sociales y nos ayuda a construir una serie de reglas que facilitan una convivencia con mayor bienestar como individuos y como sociedad.
En un entorno cargado de estrés como el hospitalario, las normas de convivencia se vuelven más relevantes. Nos ayudan a controlar esa reacción inicial de miedo, agresividad, ansiedad y urgencia y nos obligan a ser racionales y a actuar con cabeza fría frente a las circunstancias. La cordialidad, la empatía, la compasión son fundamentales, aún más en ese micromundo de las clínicas y hospitales.
Más que personal de la salud, quien nos atiende en una clínica es un ser humano que muchas veces lleva más de 12 horas en su puesto de trabajo, ha presenciado casos graves o mortales, que enfrenta sus propios miedos o está agotado y con una alta carga emocional. Si nos dirigimos a estas personas sin consideración, las maltratamos, desencadenamos una serie de comportamientos acordes y una atención lejos de la que desearíamos.
Así que las recomendaciones son mantener la calma, no levantar la voz, ni gritar, escuchar con atención las indicaciones, ser respetuoso en el trato y tener paciencia sobre todo cuando se está en una sala de urgencias. Recordar que al frente se tiene a un ser humano, cuyo trabajo consiste en ayudarnos.
De igual manera, el personal de salud, aunque está entrenado para enfrentar un rango enorme de emocionalidad, miedo e incomodidad, debe actuar con inteligencia porque de ello depende que sea más fácil su labor. Mirar siempre a la cara al paciente y a su familia cuando les habla, escuchar con atención lo que dicen, les puede dar claves importantes para su trabajo. Adicionalmente, una sonrisa, una palabra amable, una mirada atenta pueden marcar la diferencia entre una atención difícil y un usuario colaborador. Algunos estudios incluso señalan que cuando los profesionales de la salud son compasivos hacia los pacientes, encuentran mayor satisfacción en su trabajo, experimentan menos estrés, menos cansancio y existe un menor riesgo de padecer síndrome de burnout o agotamiento.
Según la psiquiatra Dora Luz González, la empatía tiene múltiples beneficios: mejora la capacidad de atención, observación, escucha, interacción y acción y logra que se actúe de manera más eficiente, promueve la buena voluntad, colaboración y entropía entre los involucrados. Cuando se actúa de manera empática se segregan químicos naturales como serotonina y oxitocina, que contrarrestan el efecto del cortisol (llamada la hormona del estrés) y promueven el bienestar.
A diferencia de lo que se podría pensar, “sentir” el dolor del otro y ser compasivo genera respuestas positivas en el propio cerebro: sensación de propósito, conexión, razón de ser, entre otras, explica la psiquiatra.