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Los recuerdos de doña Esther Gómez Martínez

La hija mayor de Fernando Gómez y Bertha Martínez murió este miércoles.

  • Su amiga Carmenza Isaza recuerda su memoria maravillosa: les contaba anécdotas de hace tiempo. FOTO cortesía familia.
    Su amiga Carmenza Isaza recuerda su memoria maravillosa: les contaba anécdotas de hace tiempo. FOTO cortesía familia.
10 de diciembre de 2016
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Doña Esther no cantaba porque decía que tenía una voz de tarro muy fea, pero era la que le soplaba las canciones a su esposo Libardo Villa, a quien le gustaba cantar y tocar la guitarra, y él sí que no se sabía las letras. Ella, decía, cantaba muy lindo en el pensamiento.

Tenía 89 años y se fue el 7 de diciembre.

A doña Esther Gómez Martínez quererla era muy fácil, cuenta su hija María Mercedes. Era cariñosa, sin ser empalagosa. Su hijo Juan Ramón señala que con solo su presencia solucionaba las dificultades. Porque más que abrazos y besos, era de detalles. A los nietos les espichaba los dedos tan duro que les sacaba lágrimas, por puro amor.

Tenía un corazón enorme, que siempre le buscaba las cosas buenas a las personas, comenta su nieta María Camila. No le gustaba criticar.

Doña Esther, en eso de que primero los demás, era muy generosa. Como esa vez que estaba en la peluquería y la niña que la atendió le contó que su papá estaba en estado terminal, muy incómodo en la cama, y que siempre había soñado con una hamaca. Ella salió de la peluquería y compró la hamaca. El señor se murió a la semana, pero para ella que alguien estuviera mejor una semana era importante. Siempre dar y ayudar.

Era la mayor de sus hermanos. Le seguían Luis Fernando, María Victoria, Juan, Bertha Lucía, Cecilia, Pilar y Ana Mercedes. Entre ella y la última se llevaban 18 años. Por eso Ana Mercedes comenta que fue su segunda mamá. Igual sus nietos.

Fue una mamá muy dedicada. A su hijo Santiago le diagnosticaron diabetes cuando estaba pequeño. El pronóstico era que no vivía más de cuatro años, y llegó a los 44. Ana Mercedes recuerda que durante una intervención médica el doctor dijo que había que hacerle caso a esa señora, que sabía más que cualquiera de diabetes. Así era ella. De detalles, perfeccionista. Tano, como lo llamaban, unió a la familia. Ella lo cuidó siempre.

Buenos recuerdos

Cuentan que doña Esther sacó de su mamá Bertha lo gozona y lo alegre, y de su papá Fernando, lo callada, lo intelectual.

Carlos, su hijo mayor, hace énfasis en su humor. En 1989, cuando Nacional ganó la Copa Libertadores, estaban en Nueva York. Que nunca había recibido tantos abrazos y besos de gente desconocida, pero que como era campeón, pues no importaba.

Alejandro, el menor de sus hijos, preguntó que quién tenía un mal recuerdo de Alela y coincidieron que no los regañó nunca. A ninguno. Aunque, sigue él, los nietos la coronaron como la reina de la terquedad. Se murió de la risa. “Hacía su parecer. Sin alegar, y se llevaba su punto”.

Doña Esther es solo recuerdos. Pintaba en óleo, a veces en acuarela, y aunque no cocinaba le gustaba hacer el desayuno. Amaba el helado. Decía que le bajaba la llenura. También el bom bom bum. Decía que era bueno para las gastritis. Ella disfrutaba de las pequeñas cosas.

Mónica Quintero Restrepo

Es periodista porque le gusta la cultura y escribir. A veces intenta con la ficción, y con los poemas, y es Camila Avril. Editora de la revista Generación. Estudió Hermenéutica Literaria.

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