La humanidad está en la película Casablanca, como Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, sus protagonistas, atorados a la espera de salir de Marruecos, o de que se acabe la pandemia, en este caso. ¿Cómo se apaña el tedio y la incertidumbre? Con Dooley Wilson cantando As time goes by, un par de Cointreaus y una historia de amor. Para Manuel Vilas, esto último es fundamental. “Si un ser humano no está enamorado, debe intentar estarlo”, dice entre risas mientras habla de su más reciente novela, Los besos. El relato de un amor pandémico, entre un profesor recientemente jubilado, que decide irse a pasar el aislamiento a una cabaña campestre lejos de Madrid, y Monserrat, la encargada de la tienda, un par de lustros menor.
El redescubrimiento de las emociones y sentimientos más esenciales es lo que Vilas persiguió en el libro, pues estando en el fin del mundo no queda más que recurrir a “los amigos de la vida”. EL COLOMBIANO habló con él antes de su llegada a Medellín para participar en el Hay Festival.
¿Cómo emprende el proyecto de escribir una novela como esta, que es extensa, toma su tiempo, sin tener certezas de un mañana? ¿Cómo se hace esa apuesta de futuro?
“Precisamente, la novela quería ser una búsqueda de un territorio no devastado por el virus ni por las catástrofes, un territorio de ilusión personal, como es el amor entre dos seres humanos. La novela estaba pensada para recuperar la ilusión por vivir a través de una historia en un mundo desolado y triste, en donde la pandemia a muchas personas les ha robado la confianza en la vida.
Frente a ese mundo, quería construir una historia de seres humanos que todavía se ilusionan con algo que les pasa, y eso que les pasa es una historia de amor. Como en esta película, Casablanca, en la que Ingrid Bergman se vuelve a Humphrey Bogart, mientras entran los nazis en París, y le dice ‘El mundo se está derrumbando y creemos que es momento de enamorarnos’. Plantear la historia de amor como un refugio, como una tabla de salvación frente a las catástrofes sociales, históricas, políticas, sanitarias, de cualquier naturaleza”.
¿Cómo vivió su propio aislamiento?
“Lo viví mal, porque creo que han pasado cosas muy duras. Hemos visto que cada persona responde a la pandemia con una sensibilidad diferente, unos han sabido reaccionar de una manera muy positiva; otros, moralmente se han hundido y lo peor son las personas que han sufrido la enfermedad, por tanto, han pasado cosas graves en el mundo. No ha sido una guerra, en realidad, tampoco sabemos muy bien qué ha pasado.
Sabemos valorar lo que la historia ya tiene identificado, tenemos recuerdos de guerras o de catástrofes políticas, de catástrofes sanitarias no teníamos mucha memoria histórica. Luego está el problema económico, el problema político, el problema de las vacunaciones, en fin, un mundo complicado, donde quería precisamente salvar lo fundamental de la vida, la ilusión por vivir.
Ahora hemos visto que esta variante Ómicron ha vuelto a confinar y a preocupar a la gente, entonces parece una historia interminable. El problema es que durante esa historia interminable está ocurriendo también la historia de tu vida. No es una cuestión de un mes o dos meses, ya llevamos dos años, y en esos dos años tú tienes que seguir viviendo porque son dos años, donde tienes que seguir sintiendo felicidad, alegría y ganas de vivir.
La novela la escribí buscando un territorio donde se pudiera decir ‘aquí el virus no llega y yo puedo sentirme bien con la vida’. En realidad la novela no habla del virus exactamente, sino que habla de cómo huir del virus o de cualquier cosa que merme la confianza en la vida. Esto es lo que a mí me preocupa, los enemigos de la vida, que pueden ser una crisis económica, una injusticia social, una injusticia política, un totalitarismo, la miseria, la pobreza. ¿Cuáles son los amigos de la vida? El amor, la belleza, la esperanza. Quería hablar de los amigos de la vida”.
Y ahora, que parece haber pasado lo peor, ¿el mundo es diferente o volvimos a las mismas dinámicas?
“Creo que el mundo es un lugar más triste en estos momentos porque se ha perdido la confianza en la vida. Por ejemplo, cuando dos seres humanos pierden la confianza, es muy difícil volverla a recuperar. Con la vida no pasa lo mismo, pero perder la confianza en la vida genera una inseguridad mental, y creo que esa es la parte moral, la parte emocional del virus, que ahora estamos viendo. Por otra parte, las dinámicas socioeconómicas siguen siendo las mismas, hay una desorientación política general en todo el mundo, nadie sabe muy bien qué hay que hacer. Hay un divorcio entre políticos y ciudadanos. También las democracias se sienten en crisis. Hay muchas crisis, no solo sanitaria y económica, sino también moral”.