Hace un año, mientras se bañaba, Juliana Álvarez notó que varios mechones de su largo cabello crespo se desprendían de su cabeza e iban a parar al suelo. “Es normal”, pensó, tal vez para tranquilizarse, aunque sospechaba que la cantidad sí era alarmante. Con los días vio que la almohada amanecía llena de pelo, al igual que el piso, y que tan solo pasar los dedos por su cabeza o, peor aún, un cepillo, terminaba con los crespos en sus manos. Hubo zonas donde podía sentir su cuero cabelludo sin una sola hebra.
“Sentía desesperación, miedo, tristeza. Había perdido lo que siempre consideré un atributo de belleza y, sin él, me sentía desnuda, desprotegida”.
Aunque las razones no están definidas, Álvarez sospecha que su caída se debió a una suma de factores: sufre de anemia de células falciformes, una enfermedad hereditaria donde los glóbulos rojos no son suficientes o sanos para transportar oxígeno a todo el cuerpo y, de ella, se derivan con facilidad otras enfermedades e infecciones.
“Se comenzó a caer luego de una neumonía y una inflamación de ganglios, estaba bajo muchos tratamientos con antibióticos, morfina y además me sometí por cuatro horas a radiación y tuve una cirugía por una sospecha de tumor. A eso se sumó el estrés al que obviamente estaba sometida”.
Finalmente, Álvarez decidió cortarse su larga cabellera a la altura del mentón porque creía que así detendría la caída o, al menos, conseguiría que se notara menos. Sin embargo, la situación continuó, así que, casi que por obligación, lo cortó por completo. “No me gustaba, lo tapaba con gorros, pero luego comencé a adornarlo con cintas y otros accesorios y ya aprendí a disfrutarlo, tengo varios estilos en uno solo”.
Un año después, su cabello está creciendo con los mismos crespos y la misma densidad de antes y, aunque no disfrutó de la experiencia y quiere tenerlo de nuevo largo, acepta que en un futuro, si es por decisión propia, volvería a cortarlo. Esta, sin embargo, no es el final feliz de muchas otras mujeres que por cáncer, alopecia causada por alguna afección o cualquier otra dificultad pierden su cabello por períodos más prolongados o, incluso, por siempre.
Realidad en cifras
Como el caso de Álvarez hay muchos más. La alopecia afecta a 2 % de la población mundial y, de hecho, se estima que 147 millones de personas la sufrirán en algún momento de sus vidas, sea por causas genéticas o por enfermedades como tiroides, diabetes, alergias, eczemas, estrés, infecciones o por medicación.
En Colombia, por ejemplo, 1.322 nuevos casos de cáncer en menores de 18 se presentan anualmente, según el Fondo Colombiano de Enfermedades de Alto Costo, y esta enfermedad tiene una incidencia estimada de 182 casos de cada 100.000 habitantes.
Aunque no hay cifras directas sobre las mujeres, son estas de las más afectadas por el significado que diferentes culturas y religiones han dado al cabello. Para algunos es un escudo, para otros un atributo de belleza, para los sijs (religión) de la India, por ejemplo, es un elemento sagrado y símbolo religioso, para otros es virilidad y fuerza y, en algunas poblaciones indígenas, se relaciona con la buena salud y la fertilidad de la mujer.
Donar más que cabello
Las pelucas son una forma de ayudar a aquellas mujeres que, por medios naturales, no recuperarán el suyo. Hay muchas fundaciones y organizaciones que no solo reciben cabello donado sino que, además, confeccionan sus propias pelucas y las regalan. También existe la opción de vender y comprar.
Viviana Vergara, asistente de Administración de la Fundación Fundayama, explicó a EL COLOMBIANO que ellos, por ejemplo, brindan acompañamiento a mujeres con cáncer o alopecia, reciben donaciones de cabello, elaboran las pelucas y las donan.
Aunque dice que se agradece enormemente el acto de regalar el pelo, añade que es doblemente importante acompañar esa acción con alguna ayuda económica, que para ellos es mínimo $ 20.000, pues “hacer cada peluca cuesta entre $ 450.000 y $ 500.000, por lo que con cada cuatro o cinco donantes podemos recoger hasta $ 100.000 y al menos iniciar a transformar ese cabello”.
Cuenta que por la pandemia, las donaciones económicas que recibían de empresas e individuos disminuyeron, por lo que pueden hacer menos pelucas “a pesar de que tenemos buena cantidad de cabello”, pues están acostumbrados a confeccionar hasta 450 al año.
Así, invita a que, independiente del lugar al que decida donar, acompañe el acto con algún aporte económico que ayude a costear el valor de la elaboración.
En Medellín puede enviar el dinero y el cabello o llevarlo personalmente a la calle 58 39 52 en Boston, más información al 3127808105 de Fundayama. En Bogotá a la Fundación Simmon, avenida carrera 19 # 125 – 65 oficina 502 con el número 3202271899. En Cali en Fundacancer en la calle calle 5c 39-36, segundo piso, barrio Tequendama .
Paso a paso para donar
1. El cabello debe estar sano aunque tenga tintes o alisados.
2. Debe estar limpio y seco natural al momento del corte para evitar hongos. Evite secadores y planchas.
3. Haga muchas coletas pequeñas o trenzas (consulte con el lugar de donación qué prefieren), nunca en una sola cola, y sujételas por lo menos un centímetro debajo del corte.
4. Debe donar al menos 20 centímetros de largo para facilitar la elaboración de la peluca.
5. Reúna las piezas en una bolsa limpia y seca e indique todos sus datos de contacto.
6. Envíe o lleve personalmente la donación con un aporte mínimo económico para gastos de elaboración y materiales.