Las cartas no llegaron a lomo de caballo como las enviaba Francisco José de Caldas con sus anotaciones científicas o sus declaraciones de amor a su esposa María Manuela Barahona.
Más de 200 años después, el cruce lo realizaban cada 15 días dos profesoras. Un paquete para Medellín, otro para San Peruchito en Andes.
Se encontraban, un encuentro a partir del cual nació la idea: el Herbario viajero tras las huellas del Sabio Caldas.
Para celebrar los 200 años de la muerte del Sabio Caldas, Claudia Vera y Gloria Isabel Valencia, al enterarse hace un año del concurso que se realizaría para exaltar la vida y obra de quien fuera el primer científico colombiano, pensaron cómo participar.
Se conocían en los talleres de astronomía para maestros del Parque Explora. La primera, educadora en la sección Minerva de la Institución Educativa Kennedy en Miramar, Robledo, en la zona noroccidental de Medellín; Valencia, educadora de niños en la Institución Educativa San Peruchito en Andes, en el suroeste de Antioquia.
Así nació un año de intensa y fructífera actividad que unió a casi 80 niños de los grados tercero y cuarto.
Los niños de una escuela escribían una carta a uno de la otra. Comenzaron describiéndose. Luego empezaron a mostrar uno al otro qué clase de plantas había en el entorno de la institución, describían cómo era el lugar donde estudiaban y vivían.
En la Minerva, plena área urbana atiborrada de autos, no son muchas las que crecen dentro del edificio. En San Peruchito, zona rural, abundan.
Los niños de cuarto de la profesora Claudia comenzaron a conocer de las variedades del café andino y de matas y especies ‘raras’. Y ahora hablan con propiedad del caturro y el tipo castillo.
Los de tercero y cuarto bajo la orientación de Gloria Isabel, vieron anturios y cintas amarillas y verdes y algunas más de los jardines.
Investigación
No se trataba apenas de enviar muestras para enriquecer un creciente herbario. Investigaban el origen, las características de cada una y plasmaban todos esos detalles en la carta a su amigo lejano.
En el salón de clases, exponían las buenas nuevas que llegaban con conocimiento de las plantas.
Trabajaron con una aproximación al método científico, desde la observación a la recolección de información, la experimentación, los análisis, las conclusiones y la comunicación de resultados.
Mientras, el herbario viajero, como lo denominaron, crecía en número.
“Las mandábamos dibujadas”, explica animada Valentina Fernández, una de las niñas líder en la Minerva.
El trabajo daba frutos. El entusiasmo no bajó pese a contratiempos como el fallecimiento repentino de Luis Manuel, uno de los niños de San Peruchito.
La Minerva está en el corazón de Miramar, rodeada de calles de alta circulación vehicular y peatonal. Es dominada por un patio al cual dan los dos pisos de aulas, con un espacio contiguo para los juegos. Unas instalaciones en precario estado.
Una que otra mata la adorna. A un costado, un gran árbol, al cual no pueden ir los niños por el peligro de desmoronamiento del terreno.
San Peruchito es naturaleza. Distintas palmas dominan la carretera de acceso, mientras al fondo asoman cafetales de ladera. El área de diversión es verde también, con la variedad propia de la zona rural.
Exposición
En el aula en el segundo piso, Danilson Morales, Santiago Botero, Sofía Mendoza y Valentina explican lo que hay en el herbario mientras sus compañeros escuchan.
Danilson, vestido como el Sabio, habla sobre el aporte de este a la botánica como miembro de la expedición de Mutis. Y lo resume con una frase: “quería saberlo todo”.
Cada hoja con su ficha. Las muestras de las plantas pegadas también en los cuadernos que llevaron durante el año, desde enero.
En las carpetas individuales los niños portan las cartas de su amigo epistolar de Andes, con el que se familiarizaron durante la actividad.
Al comienzo de cada misiva el saludo y, debajo, pormenores de la vida en San Peruchito. Y el resultado de la exploración científica.
Reconocimiento
El cruce de cartas a lo Caldas, cuando la modernidad las ha relegado casi que al olvido, un cruce para alentar el conocimiento y generar una mente crítica, entregó resultados adicionales.
Fue el proyecto ganador del concurso Como si fueras Caldas, del Parque Explora y la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en conmemoración a los 200 años de la muerte del Sabio.
Obtuvo, por eso, el derecho a participar en la final nacional en Bogotá, a donde viajaron Valentina y Danilson, con la profesora Gloria Isabel y uno de los niños de la institución andina.
En la capital, dice Danilson, les dieron una mención.
Como este año no dejan la Minerva para pasar a la secundaria en la otra sede, la intención de las profesoras Claudia y Gloria Isabel es proseguir: ampliar al estudio de la flora de cada región y la fauna asociada a ellas.
Ciencia que siembra inquietudes; niños que conocen ahora la vida y obra de Caldas y tratan de emularlo.